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Jorge Burgos: Schaulsohn hace lobby

burgos

El diputado y vicepresidente de la DC, uno de los promotores de la ley que regulará el lobby en Chile, asegura que esta práctica se ha ido extendiendo sigilosamente. Aunque no la sanciona éticamente y la distingue del tráfico de influencias, le preocupa el secretismo que hay en torno a ella. “¡No me vengan con que están haciendo asesorías jurídicas!”, dice, refiriéndose -con nombre y apellido- a quienes, según él, ejercen como lobbistas.

El diputado Jorge Burgos dice que el lobby ha ido en aumento en los pasillos del Parlamento. Y que la situación se ha puesto “opaca”, argumenta. Le molesta, por ejemplo, que los representantes de las empresas o de los organismos gremiales miren expectantes en las tribunas del Congreso qué decide cual o tal congresista. “Que un señor esté vigilando cómo votamos me parece poco edificante”, asevera. El 2002, Burgos presentó junto a Carolina Tohá un proyecto para regular el lobby. Después de casi seis años, este semestre debería convertirse en ley. La coyuntura quizá apure el tranco: después de mucho tiempo, por primera vez autoridades gubernamentales -como el ministro de Justicia, Carlos Maldonado- se han referido a la existencia de lobbistas que operan como “intermediarios informales” entre el Ejecutivo y el sector privado. Esto a raíz de las irregularidades detectadas en una millonaria licitación del Registro Civil. En agosto pasado, Qué Pasa preguntó a 12 empresas -bufetes de abogados y firmas de asesoría comunicacional- si se consideraban lobbistas: nueve contestaron que no. A Burgos no le sorprende la negación: asegura que salvo Enrique Correa, nadie reconoce que representa los intereses de un cliente. En esta entrevista, el diputado identifica con nombre y apellido a las personas que él considera que hoy practican el lobby: Jorge Schaulsohn y Cristina Bitar (en la encuesta de Qué Pasa, su firma -Hill&Knowlton Captiva- respondió que sí ejercía esta práctica). El nombre de Schaulsohn saltó a la palestra porque él fue apuntado como un supuesto lobbista en la licitación del Registro Civil. Además, el parlamentario relata cómo funciona el modus operandi de estos intermediarios y critica que organismos gremiales o sindicales no figuren en esta categoría dentro de la nueva ley.

-En Chile nadie reconoce que es lobbista.

-Alguien tiene un mérito de transparencia bien importante: Enrique Correa. El siempre ha reconocido que su empresa (Imaginaccion) cumple esta función y en eso ha sido pionero. Lamentablemente, no ha sido muy imitado. A los lobbistas no les gusta admitirlo. Que alguien diga “Yo hago lobby” me parece una gran cosa.

-¿A qué atribuye la resistencia a reconocer esta calidad de “intermediario” entre el sector privado y las autoridades públicas?

-Porque existe la sensación de que es algo pecaminoso. Pero en la medida que esta práctica sea transparente y regulada, ese concepto cambiará. Con la nueva ley las personas que ejercen el lobby tendrán que declarar que lo hacen y además deberán revelar quiénes son sus clientes. Ahora bien, hay que ver cómo funcionará en la práctica, pues se trata de un gran cambio cultural. Sin duda será necesario hacer un seguimiento para ver si se cumplen sus condiciones.

-Si los lobbistas no se reconocen como tales. ¿Cómo se presentan ante los parlamentarios o ante las autoridades de gobierno?

-A mí me han llamado muchas personas y jamás me han dicho: Hola Jorge, mira yo soy lobbista. Lo que te dicen es (imposta la voz) “en la cartera de clientes que tengo – tú sabes, una firma que se dedica a la imagen corporativa o en mi estudio de abogados- hay una persona a la que le gustaría mucho conversar contigo porque existe un tema que es altamente perjudicial para los intereses generales de la nación”. A veces uno evalúa que puede ser interesante considerar esa visión sobre un determinado proyecto de ley y lo recibes; en otras, simplemente te corres y no recibes a nadie.

-¿Y esta práctica la considera irregular?

-Hasta ahí todo normal. Ahora bien, si un señor te dice: si usted vota de tal manera mi empresa podría beneficiarlo con algo, eso no es lobby, sino que derechamente tráfico de influencia. Lo que corresponde, en ese caso, es mandarlo a la punta del cerro.

-¿Le ha pasado alguna vez?

-No, hasta ahora no me ha pasado.

El rol de Schaulsohn

-¿Usted tiene la convicción de que algunas de las empresas de comunicación estratégica ejercen esta práctica? Me refiero, por ejemplo, a la consultora de Eugenio Tironi o a Extend Comunicaciones.

-Creo que sí. Pero a mí en lo personal no me ha tocado interactuar con las firmas que usted menciona.

-¿A quiénes identifica como lobbistas?

Primero me gustaría aclarar que yo no tengo información adicional sobre las denuncias que afectan al Registro Civil. No tengo ningún antecedente más que el resto. Pero Jorge Schaulsohn hace lobby.

-¿En qué se basa para afirmar esto?

-Le doy un ejemplo: hace algunos años, Jorge Schaulsohn me invitó a una reunión en mi condición de diputado integrante de la Comisión de Defensa de la Cámara. Ahí me presentó a un grupo de personas que argumentaba por qué era útil para el país que se compraran ciertos sistemas de armas -en este caso, buques de guerra- a una determinada empresa. Yo los escuché, aunque mi opinión era poco importante porque ésa es una decisión que le corresponde tomar al Ejecutivo y las Fuerzas Armadas. Burgos se refiere a la construcción de cuatro fragatas, autorizada en 1999 por el presidente Eduardo Frei. En ese entonces, la Armada negoció con un grupo alemán conformado por los astilleros Blohm Voss y la empresa Ferrostal. La oferta germana dejó en el camino a fabricantes franceses, holandeses e italianos. Sin embargo, en enero del 2002 el gobierno de Ricardo Lagos rechazó el proyecto por su elevado costo (US$1.200 millones). “En este caso particular, finalmente las autoridades chilenas tomaron una decisión totalmente contraria al grupo de personas con las cuales yo me reuní. Pero fuera de eso, ahí hubo un caso concreto en que yo fui requerido por Jorge Schaulsohn, o por su estudio jurídico, en que obviamente fui invitado a escuchar una posición que un cliente quería que un diputado conociera. Acepté ir a la reunión, porque me pareció un tema de interés para el país. Por cierto que su gestión no tenía nada de jurídico”.

-¿Jorge Schaulsohn lo llamó directamente ?

-Sí, me llamó directamente él. Yo tengo una buena opinión de Jorge, es una persona muy inteligente. E insisto que el lobby no tiene nada de pecaminoso. El punto es que yo creo que Jorge Schaulsohn efectivamente hace lobby.

-¿Qué otro caso concreto podría mencionar para ejemplificar el modus operandi de estos “intermediarios” chilenos?

-Cuando se debatió en la Cámara el proyecto sobre reforma previsional me llamó por teléfono Cristina Bitar. En ese momento se discutía el ingreso de los bancos al sistema de AFP. Entonces me dijo: “Hola, soy Cristina Bitar, soy de una empresa que se llama de tal manera, y estamos asesorando a la Asociación de AFP”. Yo le respondí : “Tengo una posición predeterminada: creo que es bueno que los bancos entren al sistema”. Ella me contestó que le encantaría que pudiese recibir al presidente de la entidad gremial, Guillermo Arthur (contrario al ingreso de la banca al sistema previsional).

-¿Y usted accedió a su petición?

-Yo recibí a don Guillermo en este mismo lugar (su oficina distrital de Providencia). En todo caso, no fue una reunión secreta porque la consigné en mi agenda, que es pública. Arthur me trajo algunos documentos que estudié, pero cuando llegó el momento de votar lo hice exactamente como creía: aprobé el ingreso de los bancos.

-¿Considera esa gestión como irregular?

-Yo fui objeto de una actividad que no es pecaminosa. Pero la persona que me llamó estaba haciendo lobby.

Vigilantes en la sala A quiénes se ve con más frecuencia en el Parlamento conversando con los diputados y senadores?

-En el Congreso he visto más bien a representantes de empresas. También a algunos abogados, a muchas asociaciones gremiales y sindicatos. Te entregan un papel y te dicen: “Mire se verá este proyecto de ley y ésta es nuestra posición al respecto”. Incluso, en algunas ocasiones, ellos se ubican en las tribunas como vigilantes de la votación. Eso me parece poco edificante, sobre todo cuando éstos son profesionales del lobby.

¿Por qué le molesta su presencia si están en su derecho?

-Me parece que es una especie de control del comportamiento y eso me carga. A lo mejor es un exageración de mi parte.

¿En qué ocasiones aparecen estos “vigilantes” en la tribuna de la Sala?

-Normalmente están presentes cuando se votan proyectos que tienen que ver con la gran industria. Por ejemplo, cuando se discuten temas de bandas de azúcar, de telefonía, de aguas, del área pesquera. A ver: por un lado, yo no voy a supeditar mi voto porque ellos estén ahí en la galería; y por otro, ellos no están infringiendo nada. ¡Pero a mí no me gusta verlos ahí!

¿Es una forma de presión indirecta?

-Es poco elegante. Yo soy un esteta y todas esas cosas me parecen ordinarias. Que un señor esté vigilando cómo votamos me parece poco edificante.

¿Cómo entran estas personas al Congreso?

-No sé, pero la cosa es que entran. Y se les ve circular en la cafetería, en los pasillos, en fin, en varias partes.

Viajes al extranjero

Cuando presentó el proyecto para regular el lobby, en 2002, ¿cuál fue el diagnóstico que hizo sobre esta actividad en Chile?

-Surgió como una necesidad porque en ese momento ya existía una industria floreciente del lobby, como consecuencia del crecimiento de nuestra economía. En esa época habían instalado oficina en Chile firmas internacionales, como es el caso de Burson Masteller y otras. Por eso promovimos esta iniciativa para legislar sobre una materia que era tierra ignota. Porque, además, nadie reconocía entonces -ni tampoco ahora- qué parte de sus funciones es dedicarse a representar los intereses de una determinada empresa o cliente.
¿Tal vez no es conveniente asumirlo por los favores recíprocos que se prestan?

-A lo mejor. Pero lo más inconveniente para una sociedad es no decir las cosas tal como son. Tenemos que terminar con eso.

¿Actualmente el lobby es o no es una actividad ética?

-La ausencia de un estatuto mínimo lleva a la confusión entre lobby y tráfico de influencia. Le doy un ejemplo más bien brutal: si un lobbista me pide que, en mi condición de parlamentario, reciba a un cliente que quiere plantear las bondades o dificultades de un determinado proyecto de ley y me trae antecedentes para argumentar porque es bueno para el país, eso es un claro ejercicio de lobby. Sin embargo, si esa persona en algún momento me dice: “Mira, esto para nosotros es tan importante que nos encantaría invitarte a nuestra sede en Nueva York y aquí tenemos unos pasajes”, eso es tráfico de influencias, porque hay un intento de obtener una determinada posición a través de un premio. Eso es, por cierto, un delito.

Usted mencionó los viajes a los cuales son invitados los parlamentarios por los gobiernos extranjeros.

-La persona que aceptar viajar tiene que ser muy cuidadosa y la que invita también. Hace cuatro años yo fui invitado a Israel por la comunidad judía. Me volvieron a invitar el año pasado y dije que no, porque me parecía mucho que me invitaran dos veces. Cuando viajé no fui objeto de presiones y luego nadie me dijo: “Mira, nosotros te invitamos…”. Jamás sentí que me estuvieran cobrando algo. ¡Jamás!

Así funcionan las redes -Según lo que usted ha podido apreciar ¿cómo se tejen las redes de influencia que favorecen el lobby?

-En una sociedad en la que el establishment es un grupo pequeño, obviamente que funcionan las redes de amistades, las de encuentros en determinados clubes, los colegios donde estudiaste o al que vas a dejar en la mañana a tus niñitas. Santiago es una ciudad pequeña que se presta para ese tipo de cosas. En definitiva, hay vínculos de amistad, sociales y políticos que favorecen el lobby.

¿Qué opinión tiene de los ministros y autoridades que se van a trabajar a empresas del sector privado donde, de uno u otro modo, se relacionan con la función pública que desempeñaron?

-Yo ando por la vida recibiendo lecciones morales y no dándolas y quiero seguir haciéndolo así. En todo caso, a mí me gustaría tener la fuerza para no hacerlo en mi caso personal.

¿Hoy no es incompatible que ex ministros o parlamentarios entren a trabajar al sector privado en una área relacionada con su anterior función?

-Existen normas muy específicas sobre ciertas áreas, pero en relación a ministros y parlamentarios no hay ninguna norma. Otro proyecto en trámite, que se llama puerta giratoria, pretende evitar el traspaso de funcionarios públicos al sector que ellos han supervigilado. Esta iniciativa permite asignar una indemnización a las personas que dejan el cargo. Para alguien que trabajó, por ejemplo, en la Superintendencia de Bancos es bien jodido decirle “usted no podrá trabajar en ningún banco”.

Se comenta que el lobby encontró un terreno fértil en la buena relación que hoy existe entre el mundo público y privado.

-En la nueva ley viene una norma que prohíbe a los funcionarios públicos que dejan sus cargos trabajar en una empresa de lobby durante un período de dos años.

Muchos funcionarios del actual gobierno aseguran que la administración de Michelle Bachelet ha sido menos permeable a esta práctica, ¿comparte esta percepción?

-No tengo un ranking de los gobiernos más permeables al lobby.

La Sofofa queda fuera

¿Qué normará exactamente la nueva ley?

-Esta iniciativa no tipifica delitos, sino que establece el estatuto del lobbista. Crea un registro público de quienes ejercen esta actividad y obliga a las autoridades a hacer públicas sus audiencias con estos representantes. Además, estipula multas para quienes hacen lobby y no se han registrado como tales.

¿Por qué fueron excluidas de esta condición las asociaciones gremiales y las directivas sindicales?

-El proyecto original distinguía entre el lobby profesional y el no profesional: en ambos casos quedaba regulado por la nueva ley. Pero el Senado -la idea fue bastante transversal, no sólo de la oposición- fue de la opinión que había que regular sólo el lobby profesional y que lo otro se denomina “derecho a petición”.

¿Qué le parece ese criterio?

-No lo comparto. En eso el proyecto salió cojo. Lo lógico era haber regulado el lobby en sus dos versiones: el que realizan personas contratadas y también el que efectúan asociaciones gremiales o sindicales. Pero no había votos para eso.

¿De qué manera se relacionan las asociaciones gremiales como la Sofofa, la SNA o la CPC con los parlamentarios?

-En forma directa muchas veces. En otros casos contratan lobbistas. Si lo hacen de la segunda manera, ahora estarán obligados a informarlo públicamente.

¿Cómo define usted un llamado telefónico del presidente de la Sofofa a un parlamentario para influir en una posición?

-Eso es lobby. Pero quedará exento. Sí se tomaron algunos resguardos como, por ejemplo, la publicación de la agenda de los sujetos pasivos del lobby y, también, como dije, el hecho que cuando estas asociaciones contraten lobbistas tendrán que informarlo. Cuando argumenté públicamente por qué, a mi juicio, dichas asociaciones gremiales hacían lobby, mencioné el ejemplo de la Asociación de AFP en la discusión de la reforma previsional. Yo me pregunto: ¿quién me hizo lobby: la asociación gremial o la persona que contrataron para llamarme? En mi opinión, ambas. Que quede claro que con esto no estoy haciendo un reproche a la señora Bitar, a quien conozco sólo por teléfono, o al señor Guillermo Arthur, a quien conozco y de quien tengo una muy buena impresión. Ellos hicieron algo legítimo: tratar de influir.

PUBLICADO EN LA REVISTA QUÉ PASA EL VIERNES 28 DE MARZO.