Ha muerto Claudio Huepe García, nuestro editor general de Asuntos Públicos, del consorcio CED-Igualdad
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Gracias Claudio Huepe

“Cuando un amigo se va, queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”. Así dice la canción. La noticia de la muerte de Claudio Huepe no deja de sorprender a la amplia comunidad de amigos que construyó durante su comprometida vida, arrebatada por un infarto. Desde joven, él adquirió un compromiso irrenunciable con el humanismo cristiano, compromiso partidario que le dio alegrías y sinsabores. En el Gobierno de Frei Montalva ocupó cargos de confianza, llegó a diputado y el golpe militar lo sorprendió, como a la amplia mayoría. Demócrata de convicciones, se opuso a ese acto cobarde y firmó junto con otros doce DC un manifiesto que rechazó la asonada, alejándose de quienes en sus mismas filas la aplaudían. Huepe sufre la cárcel, relegación y el exilio, primero en Venezuela y luego en Inglaterra. Regresa al país en 1984.

Lo conocí por ese tiempo, junto con varios otros que componían los movimientos que participaban en la lucha contra la dictadura. Cómo no recordar junto a Juan Carlos Latorre, Ricardo Hormazábal, José Luis Rodríguez, Marigen Hornkohl, el desaparecido Karl Pingel y tantos que desde sus convicciones y formas de organización fueron dando pasos al encuentro con la democracia. Huepe, un hombre con mesura, capaz de entregar visiones muy equilibradas, comprometido por lo que siempre abrazó como su norte: la libertad democrática. Su biografía es toda una reivindicación de la acción política apoyada siempre en la ética de las libertades y el progreso. A pesar de que sufrió muchas acciones en su contra, como tantos otros, nunca respondió con odio ni revanchismo ni venganza. Nunca fue un fundamentalista, siempre lo sorprendía la prepotente capacidad de sus adversarios de no reconocer las aberraciones del pasado y de criticar teniendo soluciones para todo.

Su responsabilidad pública se vio concretada de diversas formas. Fue diputado por el distrito 46, participó en los gobiernos de Frei Ruiz-Tagle y Ricardo Lagos y en el diario La Nación, como integrante de su consejo editorial. En el actual Gobierno fue nombrado embajador de Chile en Venezuela. Por no dejar de expresar lo que pensaba se vio envuelto en un malentendido con el Gobierno. Dejó de ser embajador, pero nunca realizó un acto de deslealtad a su conglomerado, menos a su partido, al que dedicó gran parte de la vida.

Dotado de un especial sentido del humor, podía abordar situaciones especiales y conflictivas con talante integrador. No era un desatinado, sino que poseía convicciones firmes y arraigadas; las ejercía con contundencia, aunque para más de alguno, obviamente, esto no fue del todo grato. Ésa es la gracia del hombre integrador, con capacidad de tener detractores y también simpatizantes. Eso le permitía una suerte de independencia en el seno de su partido, que le significó trastabilleos y postergaciones en algún momento. Fiel a la Concertación, de pensamiento político no dogmático, simplemente su desafío consistía en articular las condiciones para conseguir una mejor calidad de vida para todos.

Recuerdo a este gentil político sin arrogancia, ni altanería, cercano a los que lo interpelan, atento a las grandes políticas y ejerciendo su oficio con destreza. Ha muerto un amigo, un camarada, pero por sobre todo un hijo muy bien parido de Chile. Descansa en paz, Claudio, seguro que nos harás mucha falta.

Manuel Martínez Opazo, Santiago

La Nación