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Bajo crecimiento: causas estructurales, desconfianza o ambas

Recientemente se ha generado una polémica iniciada por el diálogo entre el Ministro Valdés y el ex presidente del Banco Central, Rodrigo Vergara, sobre las causas principales del lento crecimiento de la economía chilena en los últimos cuatro años. Simplificando los argumentos, el primero ha señalado que aparte de los factores externos, entre ellos la caída en el precio del cobre, existen factores estructurales que tienen una influencia decisiva en el fenómeno, partiendo por el lento crecimiento de las exportaciones, que perdieron el dinamismo que tuvieron hasta fines de los años noventa.

Por su parte, sin desconocer el efecto cuprífero y otros elementos internacionales, Vergara ha puesto el énfasis en la pérdida de confianza que las reformas impulsadas por el Gobierno han generado en la ciudadanía y, en especial, en el sector empresarial, provocando una caída en la inversión.

Según su planteamiento, la explicación del Ministro Valdés señalando que la causa básica serían factores estructurales, como el estancamiento de las exportaciones, sería “chutear la pelota al corner”.

Este término futbolero puede ser sujeto a varias explicaciones, entre ellas que se recurre a este expediente cuando hay peligro de gol, pero no es una alternativa que evite la urgencia, pues el servicio desde una esquina puede ser cabeceado a las mallas incluso por un “Tanque”.

El asunto en el caso de las exportaciones es que no han aparecido cabeceadores o innovadores que marquen goles, es decir, actividades creativas que hubieran mantenido el dinamismo de la década de los noventa.

Según Ricardo Ffrench-Davis, el aporte de las exportaciones al PIB fue decisivo en el período de mayor crecimiento (1990-1998) con un 7,1% como promedio anual, en que la contribución de las exportaciones fue el 9,9%, mientras el PIB no exportable lo hizo al 6,5%. En el período siguiente, de bajo crecimiento (1999-2013) el PIB se incrementó  al 3,9%, muy similar al incremento de las exportaciones que llegaron al 4,2% anual y similar al aumento del PIB no exportado, el 3,9%.

Uno de los factores que explican el debilitamiento de las ventas al exterior son las equivocadas políticas macroeconómicas llevadas a cabo por el Banco Central, en especial cuando permitió la libre entrada de capitales financieros, sumada a las posibilidades de las AFP de invertir en el exterior, que han actuado como elementos contracíclicos, contribuyendo además a las violentas oscilaciones del tipo de cambio observadas en los últimos dos decenios, agravadas por las alteraciones ocurridas en la cotización del cobre.

En definitiva, si el tipo de cambio está determinado por las oscilaciones de un mercado sin intervención de la autoridad, la consecuencia es el desestímulo a las inversiones, no solo del sector potencialmente exportador, sino también a las actividades nacionales que compiten con las importaciones.

La situación es más vulnerable cuando se trata de un país pequeño y muy abierto al exterior, como Chile, especialmente en mercados financieros internacionales con alta incertidumbre, como los existentes desde la crisis de 1998 y todavía presentes.

Para el Banco Central su objetivo prioritario es evitar que la inflación supere al 4% anual y su instrumento preferente es la tasa de la política monetaria (TPM), descuidando que su ley orgánica señala que debe velar por la estabilidad de la moneda, pero también por “la estabilidad y eficacia del sistema financiero, velando por el normal funcionamiento de los pagos internos y externos”, para lo cual no puede dejar al tipo de cambio oscilar en forma violenta como ha ocurrido desde 2003 hasta ahora.

Si bien es cierto que una regla clásica en las políticas económicas es que no se pueden lograr dos objetivos simultáneamente, es posible poner atención en no descuidar los efectos perniciosos de una medida cuando se privilegia una meta sin preocuparse de los efectos sobre el bienestar general.

Por lo tanto, el Central debe preocuparse de la inflación y también de la estabilidad del sector financiero, en especial evitar las oscilaciones violentas del tipo de cambio.

Si para ello deben modificarse algunas normas o leyes que permitan la intervención del Banco Central en el mercado cambiario, bienvenidas sean. En todo caso, debería evitarse que las AFP y otras entidades puedan tener libertad para mover sus capitales con el exterior, como ocurre en la actualidad generando efectos contracíclicos que agravan la situación de la economía nacional, aunque se tenga que reducir la valorización de las cuentas individuales de los imponentes.

El lento crecimiento de las exportaciones no es consecuencia solamente de las políticas cambiarias. También forma parte de un fenómeno más general, de largo plazo, que se resume en que la productividad general del país dejó de crecer hace ya algunos lustros.

Según la Universidad Adolfo Ibáñez, en el período 1993-1998 el PIB anual creció al 6,5% a lo cual contribuyeron el stock de capital con 3,3% y la Productividad Total de Factores (PTF) con el 2,2%.

Por el contrario, en los años 2010-2015 el PIB aumentó el 4,2% anual, descenso que se explica básicamente por la PTF se incrementó el 0,0%.

Esto último es consecuencia de un conjunto de factores políticos, sociales y económicos de compleja exposición, ya que el país, después de sus notables éxitos desde que se recuperó la Democracia, fue perdiendo fuerza al no poder enfrentar y superar problemas como la modernización del Estado, la desigualdad, la creciente concentración de la producción, la ausencia de políticas efectivas de fomento productivo y varias otras trabas que lo han llevado a la mediocridad actual, en que la política cambiaria ha jugado un rol importante, ya que el Banco Central en este caso no tiró la pelota de fútbol al córner sino a la galería.

 

Columna publicada en Cooperativa