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Desiguales: dos mitos y una propuesta para Chile

Esta semana se publicó un informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) titulado “Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile”, que vuelve a entregar evidencia acerca de uno de los problemas más importantes que enfrenta nuestro país. En un año de elecciones este trabajo adquiere especial importancia, pues desafía dos lugares comunes que, desde posiciones contrarias, se han pretendido instalar en nuestra opinión pública.

El primero es que la desigualdad no se ha reducido – e incluso habría aumentado – durante las últimas décadas. Cinco indicadores expuestos en el trabajo desmienten esta afirmación. La desigualdad no sólo no ha aumentado sino que ha disminuido durante las últimas décadas. Esto adquiere más valor cuando sabemos que esta tendencia no ha sido la regla en la mayor parte del mundo, incluidos países desarrollados, donde la desigualdad ha registrado aumentos.

El segundo lugar común es que la desigualdad no es realmente un problema para los ciudadanos ni tiene efectos negativos para desarrollo de Chile. Esta afirmación suele ser repetida por varias voces de la derecha política y económica. Sin embargo, el informe nos recuerda que en Chile las desigualdades “cristalizan en cómo las personas son tratadas”, en cómo se distribuyen no sólo los recursos sino también el respeto y la dignidad. No se trata de un problema abstracto o de mera estadística, sino ante todo de un hecho cotidiano en la vida de los chilenos y que aparece bajo el rostro del maltrato, la humillación, la frustración y finalmente la rabia, que fácilmente puede volverse amenaza a la estabilidad política, el progreso económico y especialmente la buena convivencia entre las personas.

Esto demuestra que la motivación y orientación tomada por los sectores responsables de la centroizquierda hace cuatro años mantiene su vigencia hoy. El principal problema de nuestro tiempo es la desigualdad y en vistas de nuestros resultados recientes podemos estar seguros que el camino para enfrentarla es la reforma y no la demolición.

Sin duda, la próxima elección presidencial debe ser en primer lugar, una decisión acerca de si como país nos haremos cargo de las desigualdades existentes o no, y una vez despejada esta interrogante, discutir entre todos cuál es la mejor forma para dar esa batalla.

Pero además de aportar la evidencia señalada, el Informe del PNUD nos indica dónde debemos poner la mirada y justifica haber tomado varias de las decisiones de estos cuatro años: implementar una reforma tributaria progresiva, disminuir las desigualdades de acceso al poder con la aprobación de las leyes de la comisión Engel y comprometer grandes esfuerzos públicos en la educación en todos sus niveles.

Un nuevo proyecto para la centroizquierda debe profundizar en todo ello y, en vistas de la sostenibilidad de esta agenda que necesariamente es de largo plazo y decir lo contrario es populismo, debe ser inclusiva y evitar concentrar la re-distribución sólo en algunos sectores sociales (o lo que es peor, grupos corporativos o de presión).

Desde la candidatura de Carolina Goic estamos convencidos de que una tarea prioritaria y realista para el próximo gobierno debe ser dar seguridades y protección a las clases medias y los sectores populares. Por esto, salud y pensiones serán nuestras grandes tareas y, para lograrlo, debemos sostenernos en mayor crecimiento económico – para que los recursos existan – y más transparencia, probidad y eficiencia desde la política y el Estado para que éstos lleguen a los hogares chilenos.

Enfrentar las desigualdades es prevenir el daño a la convivencia entre los chilenos, la manera en la que podemos vivir juntos. Lo que queremos ofrecer para los próximos cuatro años es seguridad, cuidado y tranquilidad para todos, sin dejar a nadie atrás en el camino al Chile desarrollado que estamos construyendo.

Columna publicada en Cooperativa