Escuelas de élite y propuesta de “Ley Machuca”
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Resultados de la PSU: la desigualdad al desnudo

Los primeros datos sobre los resultados de la PSU permiten algunas consideraciones preliminares, que serán profundizadas con estudios más analíticos. De los 295.000 inscritos, rindieron la prueba 262.000 estudiantes.

Si  se considera el puntaje de 450 puntos, estimado como el mínimo para optar a la mayoría de los planteles de la Educación Superior (ES), el 35% no los logró, un contingente que en su mayoría partirá a empleos precarios o a integrar el amplio grupo de los “ninis” (no estudian ni trabajan), en que las políticas de capacitación no han logrado un aporte suficiente para mejorar su condición laboral.

El lugar de origen de los egresados de su educación media muestra una diferencia clara entre aquellos con que se cuenta con información. En el caso de los establecimientos municipales, el 42,6% obtuvo menos de 450 puntos, mientras entre los particulares subvencionados la cifra se reduce al 27,3% y entre los particulares pagados al 6,5%, un indicador serio de profundas diferencias que ya se reflejan en los egresados de la educación media. La contrapartida de lo anterior son los respectivos porcentajes de quienes superaron los 650 puntos, que alcanzaron a 3,8% en los municipales; 5,7% en los particulares subvencionados; y el 32,9% entre los particulares pagados, una segmentación notoria.

Los resultados por sexo tienen interés. Lo más importante es que continúa la tendencia a la igualación, hasta el logro que en la prueba de lenguaje se igualó el rendimiento, mientras en las otras tres (matemáticas, ciencias e historia) a pesar de los hombres superaron a las mujeres, la diferencia de rendimiento disminuyó. ¡El machismo en retroceso!

Otro indicador de interés, especialmente para la prensa escrita, tan interesada en resaltar a las entidades que obtienen los mejores resultados, ya que configurarán las elites del futuro, “los que mandan”. Si se consideran las 102 instituciones con mayores puntajes promedios en el país, el resultado asombra a los no especialistas: 97 particulares pagados, 4 municipales y solo 1 particular subvencionado, ubicado en Temuco.

La concentración regional es notoria: 62 de ellos están en la región Metropolitana, en especial en Santiago; 12 en Valparaíso, con predominio viñamarino; y 6 en la VIII región. Solo 22 establecimientos en el resto del país.

Al interior de Santiago también se repite el fenómeno: 50 establecimientos están localizados en 6 comunas, que corresponden a las de población de mayores ingresos (14 en Las Condes, 10 en Lo Barnechea, 9 en Providencia, 9 en Vitacura, 5 en Ñuñoa y 3 en La Reina); las llamadas “Cota mil”.

Estos resultados señalan claras insuficiencias claras en las políticas públicas que tradicionalmente ha seguido el país, a pesar de los claros avances experimentados en muchas áreas, como es la masificación de la matrícula en la ES, o los progresos en la educación parvularia.

Sin entrar a un análisis profundo de las políticas educacionales del Gobierno de Bachelet, en que a pesar de algunos avances, se perdió buena parte del esfuerzo en aspectos que no son los esenciales, como “bajarlos de los patines”, en vez de priorizar la mejoría de la educación  pública municipal. Por otra parte, la situación del Instituto Nacional y otros liceos emblemáticos son un buen reflejo.

Además, se priorizó la canalización de los escasos recursos públicos en la gratuidad universal de la ES, en vez de destinarlos a los avances de la educación pre básica. Los resultados de la PSU muestran lo que los especialistas han reiterado y comprobado en forma unánime: el rendimiento en las distintas fases del proceso educativo se define antes de los 7 años de edad, así como el futuro laboral de las personas.

El caótico diseño e implementación de la reforma de la Educación Superior, con sus idas y vueltas y sus desordenados debates sobre temas sin prioridades establecidas, son un reflejo de un enorme desperdicio de talentos y esfuerzos de quienes se supone que concentran las capacidades del país. Y vamos al siguiente pie de esta cueca interminable.

Esta columna fue publicada en Diario Financiero