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Destacado líder opositor nicaragüense visitó el CED

El pasado jueves 3 de mayo, el destacado político nicaragüense Edmundo Jarquín Calderón, se reunió en el CED con un grupo de académicos y diplomáticos chilenos, a los que ilustró sobre la realidad de los países centroamericanos y, más en profundidad, sobre los acontecimientos y posibles vías de solución para la situación que hoy vive Nicaragua.

Esta reunión se inserta en el contexto de una serie de conversaciones con líderes políticos chilenos y extranjeros que son característicos de los esfuerzos del CED por promover el intercambio de ideas sobre temas relacionados con política y democracia, el desarrollo económico y social, el medio ambiente y los derechos humanos.

Edmundo Jarquín es uno de los principales líderes de la oposición intelectual y política al régimen de Ortega y al “orteguismo”. Entre algunos aspectos de su currículo, destaca su rol como Ministro de Cooperación Externa y Embajador en España y México (durante el gobierno sandinista entre 1979 y 1990). Posteriormente, trabajó como Asesor Político de Enrique Iglesias,  entonces Presidente del BID. El año 2006, luego de la muerte del candidato presidencial Herty Lewites, asumió esta responsabilidad por el Movimiento Renovador Sandinista (MRN), siendo derrotado por Daniel Ortega.

A lo anterior, se añade el especial vínculo que lo mantiene unido a Chile. El año 1966 llega a nuestro país para participar en un curso de formación de líderes políticos juveniles. Posteriormente, en 1970, regresa a Chile para concluir sus estudios de Derecho.

“América Latina llegó tarde a Venezuela, esperemos que no sea así con Nicaragua”

Durante su visita al Centro de Estudios del Desarrollo (CED) Edmundo Jarquín se refirió a los desafíos de Centroamérica y realizó una reflexión sobre la compleja y dolorosa situación que se está viviendo en Nicaragua.

Para analizar las diferentes realidades de los países centroamericanos, Jarquín los agrupó por área geográfica y similitudes políticas, sociales y económicas.

Así, al llamado triángulo norte pertenecen Guatemala, Honduras y El Salvador, países caracterizados por una aguda inseguridad ciudadana y por el control territorial, social e institucional del narcotráfico y las pandillas, conocidas como maras. Un gran desafío para estos países es el tema migratorio. Estados Unidos recibe a parte importante de su población y las remesas provenientes de los emigrantes constituyen entre el 10% a 15% del PIB de estos países.

Sin embargo, el problema no se reduce a aquello. Las deportaciones son otro elemento que genera aún mayores niveles de inseguridad ya que los expulsados desde Estados Unidos (principalmente) alimentan las redes de las pandillas y favorecen la articulación del narcotráfico. Toda esta situación, agravada por los altos niveles de pobreza y desigualdad.

Por otra parte, los países del sur: Costa Rica, Nicaragua y Panamá, ostentan mayores índices de seguridad y de crecimiento económico, específicamente, Costa Rica y Panamá acompañan este indicador con importantes niveles de cohesión social. En el caso de Panamá con niveles de ingreso per cápita que ya superan a Chile.

“El caso de Nicaragua: El intento del establecimiento de una dinastía nacional”

 En Nicaragua la situación se tornó crítica desde hace ya dos semanas, cuando el conflicto escaló debido al anuncio de reformas al sistema de seguro social, dando inicio a protestas ciudadanas. Según Jarquín, esa fue la chispa que encendió una pradera sembrada de pequeños agravios del gobierno autoritario hacia los más diversos grupos sociales de Nicaragua. En el caso de los estudiantes, fue el intento del gobierno orteguista de controlar las redes sociales.

Nicaragua es un país que durante el siglo XX no tuvo un solo gobierno democrático, ni con autonomía de las Fuerzas Armadas o caudillos, las últimas elecciones confiables se realizaron el año 1928. Esto tuvo como resultado una serie de dictaduras y la revolución sandinista, que culminaron con las elecciones del año 1990, dando inicio a un proceso de construcción y transición democrática.

Sin embargo, la elección de Daniel Ortega en enero de 2007, interrumpe dicho proceso al gobernar bajo nuevas condiciones. A diferencia de los años 80, cuando Ortega regresa esta vez al poder lo hace bajo la lógica de “el poder por el poder, el poder por el dinero y el dinero por el poder”, iniciando un proceso de fuerte privatización del sandinismo. Surge así el “orteguismo” que, recalca Jarquín, “no es lo mismo que el sandinismo”.

Esto tuvo su máxima expresión en las elecciones del año 2016, cuando Daniel Ortega prescribió la verdadera competencia y, mediante un régimen de partido único pero con partidos satélites a él, alcanzó el 70% de los votos. Esto llevó a una reacción de la ciudadanía en las calles y también de organismos internacionales que han manifestado su preocupación por la situación democrática y de los derechos humanos en Nicaragua.

El conjunto de agravios sectoriales que se han producido durante el gobierno de Ortega   (expresados en control de universidades, marginación de grupos pobladores al acceso a programas sociales y exclusión de grupos minoritarios de los procesos políticos, entre otros),  han dado origen a un demanda macro política: “que se vaya Ortega” y la exigencia ciudadana de elecciones anticipadas.

Hoy, existen dos componentes que hacen pensar en la posibilidad de conseguir esta demanda: Un ejército que ha dado señales de afianzamiento institucional y profesionalismo, que no está privatizado para el uso de la violencia y que públicamente ha señalado que no será utilizado con fines represivos. Y un segundo  factor, es la intervención de Naciones Unidas, organismo que solicitó la investigación de la situación de los derechos humanos y las denuncias de ejecuciones sumarias en Nicaragua.

Ello, más la presión de la calle y la internacional, son razonables elementos para creer en la anticipación de las elecciones para el año 2019, con el propósito de “recuperar el sistema de reconstrucción democrática que Ortega pervirtió”, señaló Edmundo Jarquín. De ahí, la necesidad de dar a conocer en diferentes niveles, espacios y países, la situación actual de Nicaragua, para que la comunidad internacional esta vez “no llegue tarde”.