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Felipe Berríos visita el CED en Desayuno Público-Privado.

El 7 de septiembre el sacerdote jesuita, Felipe Berríos, participó en el Diálogo Público-Privado del CED con la presentación “Crisis de las instituciones e Iglesia Católica”. El fundador de Un Techo para Chile y actual capellán del Centro Formación La Chimba, comenzó recordando la importancia del Concilio Vaticano II convocado por Juan XXIII. Con dicha reunión ecuménica, la Iglesia Católica mundial realizó un cambio de paradigma dejando atrás una perspectiva verticalista. De esta manera comienzan a aparecer las comunidades de base, el diálogo con otras creencias, una nueva percepción del laicado, entre otras.

Algunos países tuvieron rechazo a estas transformaciones, pero en Chile la aplicación del Concilio no fue brusco pues ya se estaban haciendo algunos cambios. Berríos recuerda que el Papa Francisco señala que los Concilios se demoran 100 años en concretarse, por lo que hay que seguir adelante sin preocuparse de las resistencias que se puedan encontrar.

El sacerdote es crítico de Angelo Sodano, ex Nuncio Apostólico y ex Secretario de Estado de Juan Pablo II. Con él se despotenciaron las comunidades de base y la teología de la liberación. Para Berríos, a Juan Pablo II hay que entenderlo en el contexto internacional que le tocó vivir.

Sobre la crisis esbozó diferentes ideas. Primero, cree que a Chile le afecta la autocensura. Es una consecuencia de la dictadura y también una práctica propia de integrantes de la jerarquía que comenzaron a realizar acusaciones, cartas, amedrentamiento entre unos y otros. En segundo lugar cree que en la Iglesia conviven tres movimientos obstruccionistas (el económico, el conservador y el del encubrimiento). Sobre sexualidad admitió que hay nuevas enseñanzas que muestran la sexualidad como un mundo muy complejo reconociendo los cuestionamientos que hoy existe sobre el celibato. Finalmente sobre religiosos pedófilos los caracterizó como los nuevos leprosos: “¿Qué haremos con ellos?”, se preguntó.

Berríos cree que no hay vuelta atrás con el cambio que significó el Concilio Vaticano II, como desafíos cree que es importante terminar con el clericalismo, tener un misterio religioso más razonable, incorporar mujeres en la jerarquía, ocupar más el discernimiento, indemnizar a las víctimas y no abanderarse por ningún sector político, salvo con los pobres.