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Por un puñado de dólares*

El problema

Sebastián Piñera aspira a ser Presidente de la República. Si alcanza su sueño, será un hombre inmensamente rico, que adquirirá la principal fuente de poder político de la democracia chilena. Hay un caso análogo: el de Silvio Berlusconi, quién al igual que Piñera es dueño de canales de televisión y de populares equipos de fútbol. Pero con una diferencia no desdeñable. La revista Forbes calcula la fortuna de Berlusconi en unos US$ 6.500 millones; bastante superior a la de Piñera que se calcula en US$ 1.000. Sin embargo, si tenemos en cuenta que el PIB de Italia estimado al 2009 según el FMI es de US$ 2.395.521 millones y el chileno sólo de US$ 173.182 millones, nos encontramos con que Berlusconi posee el 0.27 de la riqueza nacional italiana, contra el doble – unos 0,57 – de Piñera.

El desafío para la democracia no es menor. Desde los tiempos en que Heródoto, a propósito del imperio Persa, describía el primer debate de que se tenga constancia escrita acerca de cuál era la mejor forma de gobierno, sabemos que la oligarquía es enemiga declarada de la democracia. La primera es el gobierno de los ricos; la segunda es el gobierno del pueblo. En el pensamiento clásico la oligarquía, junto con la tiranía y la democracia demagógica u oclocracia eran formas degeneradas de gobierno. A ellas se oponían la monarquía, la aristocracia y la república que consistían respectivamente en el gobierno de uno; pocos o muchos respetando las leyes y promoviendo la justicia. Por el contrario, para Platón, tiranos; oligarcas y demagogos eran aquellos que ejercían el poder mediante la violencia y la violación de las leyes. El tirano controlaba el poder militar, el oligarca el dinero y el demagogo a la masa popular.

Unos siglos después, un esclavo griego que se pasó al bando de los romanos, describía una concepción cíclica de la historia. Para Polibio los oligarcas eran hijos o nietos de nobles aristócratas que valientemente habían desterrado a un tirano. Los aristócratas abuelos de los oligarcas habían conocido al tirano y sus excesos. Por eso lo habían expulsado del gobierno. Tales patricios, teniendo presente los tristes recuerdos de la tiranía, violenta y plagada de privilegios, se abstenían de todo abuso de poder. Respetaban las leyes como el igual derecho para todos. Pero los hijos y nietos de tales aristócratas nacieron en “cunas de oro”, no supieron nunca de los abusos de los tiranos y jamás supieron lo que había costado tener un gobierno de pocos, pero buenos y justos. Por ello tendían a creer que los privilegios que los rodeaban eran “derechos adquiridos” y tendían pues a gobernar en forma injusta. De ahí vendría la rebelión de los republicanos o demócratas justos que establecerían el gobierno de los muchos, sin los excesos violentos e ilegales de tiranos y oligarcas.

¿Elucubraciones de un filósofo a quien le sobraba el tiempo? Platón, de haber sido un chileno de 1810, observaría la decadencia de la monarquía española a principios del siglo XIX que se convirtió en una tiranía lejana y mediocre; relataría el ascenso de una aristocracia criollo que instauró el gobierno de unos pocos que fueron conservadores y realizadores con respecto a los países vecinos; criticaría la progresiva sustitución de estos gobiernos iniciales por una oligarquía basada en el salitre, los minerales del norte y los latifundios de la zona central y finalmente, no le extrañaría el rechazo de esta oligarquía por parte de las capas medias y anunciaría la instauración de una democracia crecientemente popular durante todo el siglo veinte. “Nada nuevo bajo el sol”, diría el historiador conservador que no deja de sorprenderse con la facilidad con la que los seres humanos volvemos a repetir los mismos errores y vivir las mismas vidas de antes.

Dos antropologías distintas

Por lo dicho constatemos que la diferencia entre democracia y oligarquía no reside en una cuestión meramente cuantitativa. No se trata sólo que los ricos sean pocos y el pueblo los muchos. Eso ya sería preocupante, pues el bien común exige la consideración del mayor número posible de habitantes de una sociedad. Para Aristóteles la corrupción central del gobierno de los ricos era que gobernaban en aras de su propio interés y no del bien común, de la buena vida de la multitud. En una oligarquía son pocos los que gobiernan y los muchos son simplemente súbditos o depositarios pasivos de las políticas de sus gobernantes, exitosas o desastrosas. Tampoco el desafío oligárquico central era el hecho que los que tienen más recursos económicos concentren además los instrumentos del poder político. Por eso el bueno de Aristóteles promovían que los dirigentes de un pueblo fuesen pagados para que también los pobres, sin tener recursos para vivir de sus rentas mientras ejercían el poder político, pudiesen gobernar. Y observó que cuando pocos eran ricos y los muchos pobres, la ausencia de una clase media terminaría por destruir a la polis. ¡¡Gran observador el Estagirita!!

Lo peor de la oligarquía es que es un sistema de gobierno que no cree en los valores de la democracia. En efecto, para el oligarca lo que cuenta es el tener, no el ser. El rico cree que el dinero es fuente de todo derecho y poder. Quien ha sido bendecido por la riqueza tiene el derecho de gobernar su vida y la de los demás. Así ordena su empresa comercial o industrial y así tiende a organizar la sociedad política cuando se le permite hacerlo. Quienes tienen más dinero valen más que los muchos que son pobres o de “medio pelo”. Mal que mal el rico ha demostrado ser exitoso al generar riqueza o administrar prudentemente la herencia recibida de sus padres.

La lógica democrática es otra. El ciudadano vale por lo que es, no por lo que tiene. Un ciudadano tiene derecho a elegir y ser elegido representante del pueblo en virtud de su dignidad personal y autonomía moral que lo hacen ser sujeto de derechos y responsabilidades. No por el dinero que lleva en sus bolsillos. La democracia parte de la base que todos somos iguales y que tenemos en general la misma capacidad política de autogobernarnos si se nos dan los medios para ello. ¿Se necesita ser rico para preferir la paz a la guerra con nuestros vecinos, pedir más presupuesto para educación o exigir a los gobernantes que sean honestos y buenos administradores de los recursos públicos? ¿No demuestran los estudios de Amartya Sen, Robert Dahl o Adam Persegorsky que cuando los pueblos gobiernan tiende a haber más estabilidad política, crecimiento económico y paz entre las naciones? ¿Nos no acaba de recordar Robert Reich en la cumbre progresista que muy pocos ricos que acaparan mucho, quitan dinero a la economía, disminuye la demanda agregada y el capitalismo no funciona bien?

Dinero, poder y abuso de poder

Pero no nos quedemos en las cuestiones generales y abstractas y volvamos al caso particular y concreto, que parece dar la razón a los clásicos temores expresados. El problema se agrava cuando vemos el comportamiento de Sebastián Piñera. Andrés Allamand le señaló que no se podía ser protagonista político y activista del dinero. Jovino Novoa ha insistido en la necesidad de separar aguas entre el dinero y la política. Sin embargo, Piñera parece no creer que “París bien vale una misa” y se resiste a desprenderse de sus bienes más preciados, particularmente Chilevisión y Lan Chile. Gratis no le ha salido. Recordemos que el 2007 tuvo que pagar un poco más de 300 millones de pesos por concepto de multa, cuando la Superintendencia de Valores y Seguros lo acusó de manejo de información privilegiada y lucro ilícito. Tuvo que retirarse del Directorio de Lan, pocos días después de pagar una multa que se negó a apelar. Luego vino la acusación de colusión en contra de Lan Cargo en Estados Unidos, que significó una nueva multa esta vez de 88 millones de dólares. Ahora, le toca el turno el caso de Farmacias Ahumada, donde un ejecutivo ligado a él aparece claramente comprometido. Como lo señaló el diputado Eduardo Saffirio, es cierto que Piñera reaccionó vendiendo su acciones en Fasa, pero no lo es menos que no ha actuado de la misma manera en el caso de Lan. ¿Por qué no ha vendido sus acciones si la acusación de colusión es la misma?

Surge la propuesta de un fideicomiso ciego

En el Congreso Nacional, la Comisión de Constitución del Senado despachó hace algunas semanas la ley de fideicomiso ciego que establece la obligación de las autoridades de delegar la administración de sus bienes a un tercero. Los parlamentarios de la Concertación Democrática intentaron, además, obtener la garantía de que quienes detenten el poder político se desligarán definitivamente de su participación accionaria decisiva en empresas “estratégicas”. El Diario La Nación del domingo 29 de marzo, en el artículo titulado “Tropezó de nuevo …y con la misma piedra”, señalaba que “La llamada Enajenación de Patrimonio Accionario se divide en tres categorías: la de empresas proveedoras de bienes o servicios al Estado o sus organismos, por transacciones anuales superiores a 250.000 UF; las que prestan servicios sujetos a tarifas reguladas; y las que están sujetas a autorizaciones, licencias, permisos o concesiones otorgadas por el Estado. En este último ítem están Lan Chile y Chilevisión, las dos posesiones que más le cuesta soltar a Piñera”. Por tratarse de una empresa estratégica como Lan, aún en el caso que ella sea administrada por un tercero, las decisiones que tome Piñera en una eventual Presidencia de la República, afectarán positiva o negativamente a su propio patrimonio, lo que generará una obvia dificultad.

Esta propuesta será un tema a debatir los próximos meses, si Sebastián Piñera persiste en su renuencia a desembarazarse de sus activos más quemantes. Sin embargo, no nos escudemos en la ausencia de una ley para no hacer lo que se debe hacer. La ley establece un mínimo ético, nada más. Sebastián Piñera perfectamente puede ahora entregar a un tercero – no relacionado y que no entregue información – la administración de sus bienes.

Por estas vacilaciones y ante el evidente daño político que sufre el abanderado de la Alianza, surge la legítima pregunta acerca de si la crisis económica y, con ello, la disminución transitoria de su patrimonio, ha hecho que reconsidere la posibilidad de vender su propiedad o entregar su administración.

La ética pública

Seamos claros, lo que se debate es de la mayor importancia. La oposición ha venido sosteniendo una ácida crítica en contra de lo que califican como avanzado proceso de descomposición pública, de corrupción. Siendo su preocupación y actitud el ejercicio de su papel de fiscalización, no es menos cierto que su propuesta es errónea. Un estado mínimo no garantiza el final de la corrupción. De hecho, los casos relatados en este artículo nos demuestran lo abusivo que puede ser el mercado.

Lo central es pues contar no sólo con empresarios de una probada responsabilidad social . Además se requiere de un servicio público de calidad, lleno de mística y celo funcionario. En investigaciones recientes se ha podido establecer que en Estados Unidos el 59% de los fraudes es descubierto en controles internos rutinarios. Del 41 % restante, el 38% ha sido detectado debido a documentación externa como cuentas bancarias, cartas, etcétera; el 32% es averiguado accidentalmente, el 28% lo es debido a denuncias anónimas y únicamente el 3% es descubierto por un control externo.

Por ello, en vez de denostar lo público, y asumir que este es el lugar de lo mediocre y corrupto, veamos cómo lo enaltecemos dotándolos de recursos y medios que le permitan a cada funcionario público cumplir con orgullo su función. Sobre todo, promovamos elecciones donde se seleccione a los mejores. De lo que se trata es que en los pueblos latinoamericanos cada vez más se elijan políticos, se designen funcionarios públicos y se comercie con empresarios probos. Ellos son los que ponen el interés general por sobre todo interés particular. Son íntegros rechazando todo beneficio financiero irregular. Son objetivos pues eligen por el mérito a sus subalternos y a los servicios que contratan. Responden por sus actos y no eluden los controles internos y externos, partiendo por el de sus propias conciencias. Son transparentes en sus acciones pues son hijos de la luz y evitan la oscuridad. Son honestos, pues no participan en negocios teniendo conflictos de intereses. son líderes, pues se preocupan de que su buen ejemplo se extienda.

Sebastián Piñera tiene la palabra.

(*) Sergio Micco, Abogado, Magíster en Ciencia Política en la P. Universidad Católica de Chile y Doctor en Filosofía de la Universidad de Chile. Líder del Área Políticas Públicas y Participación Ciudadana del CED

(*)”Por un puñado de dólares” es un inolvidable spaghetti western de Sergio Leone. Corre el año 1872. Joe (Clint Eastwood), un ex sargento de la caballería del Norte, se dirige a San Miguel. Es un pueblo entre la frontera de México y los Estados Unidos, donde reina la confusión y abundan los bandidos y las viudas. En este pueblo, dos familias, los Rojo y los Baxter, se disputan la supremacía del territorio. Los Rojo (nuestro recordado Antonio Prieto como Benito Prieto) gracias al tráfico de alcohol, y los Baxter debido al tráfico de armas. Cualquier parecido con la actual disputa política es solo coincidencia.