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Ciudadanos Electos por sorteo

Por José Ignacio Maritano, investigador Centro de Estudios del Desarrollo

esta columna de opinión fue publicada el 16-09-2022 en LA TERCERA.

Aunque una nueva convención totalmente electa pareciera ser la opción predominante para continuar el esfuerzo constituyente, el detenerse a examinar modificaciones o adiciones a un nuevo proceso merece la pena. Una lección de la disuelta convención es que la fuerza centrífuga de los variopintos activismos sociales, a veces saludable en el “tironeo” constante que es el debate democrático, no logra de por sí asegurar un resultado satisfactorio o coherente. Algún tipo de fuerza centrípeta, de conducción y acuerdos es necesaria.

Por eso, algunos han mirado al Congreso para asumir funciones constituyentes. Aunque es una propuesta válida -no llevemos agua al molino de la antipolítica cuestionando la legitimidad de un Congreso electo y razonablemente representativo-, creo que la dedicación que la tarea requiere excluye esta opción. Otros, en cambio, miran a los expertos. Pero más allá de que los técnicos del derecho siempre estarán involucrados de un modo u otro asesorando, hoy es claro que el activismo académico tiene sus propios riesgos.

En este contexto, hay otro elemento que podría ayudar a conjugar fuerzas “centrípetas” y “centrífugas”: instancias deliberativas compuestas por personas sorteadas de entre el cuerpo electoral. Una instancia así podría colaborar con una convención electa, y aun sin necesidad de ser vinculante, tener un rol en la definición de agendas, así como de evaluación de las normas propuestas.

El sorteo tenía un lugar importante en la democracia ateniense través del Boulé, junto a las elecciones y la democracia directa, en un equilibrio que contribuía a que estos dos últimas no desarrollaran sus enfermedades respectivas: la elitización y la oclocracia (o “poder de la turba”). Según Van Reybrouck, historiador belga, el sorteo sobrevivió en Occidente hasta las revoluciones en EE.UU. y Francia, ambas inspiradas -a su juicio- en la idea de mantener la deliberación política en una élite ilustrada y moderna, “para” pero “sin” intervención directa de los ciudadanos (¿“Roteo”?).

Interesantemente, en los últimos 20 años, en la teoría como en la práctica democrática, el sorteo ha ido regresando en diversos formatos (jurados, encuestas deliberativas, mini-públicos, y hasta cámaras regionales sorteadas), siendo usado en procesos constitucionales y políticos en general con resultados promisorios. Algunas experiencias conocidas en este ámbito han tenido lugar en Islandia, Irlanda, Columbia Británica, Francia y el Reino Unido. Pero también en Chile: no solo iniciativas como Tenemos que Hablar de Chile han venido realizando experimentos en esa línea (“Chile a escala”), sino que el Senado, junto a Fundación Tribu, la Universidad de Chile y otras organizaciones, actualmente está llevando un proceso de estas características, en torno a propuestas sobre salud y pensiones.

Tal como ocurrió con las sorteadas asambleas ciudadanas para el cambio climático en Francia y Reino Unido, también en este proceso chileno las propuestas han sido razonables y moderadas, la capacitación adecuada, y las metodologías tendientes al consenso y el diálogo. El ciudadano promedio no será un eximio político, experto o activista, pero quizás ahí reside su independencia y el aporte que puede hacer al debate democrático. Adicionalmente, hay también evidencia sobre el efecto de estos foros en contener la polarización y en el aumento de la percepción de legitimidad (Boulianne, 2018; Jäske, 2019).

Quizás una comisión de ciudadanos sorteados en paralelo a una convención podría contribuir con estos necesarios elementos.