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“No habrá vista gorda ante cualquier menoscabo de las condiciones laborales”

Mauricio Jélvez, subsecretario del Trabajo

El secretario ejecutivo del comité de empleo del Gobierno asegura que la crisis es una oportunidad para redefinir la forma en que se construyen las relaciones en el mundo del trabajo y critica la “ortodoxia añeja” de quienes creen que el mercado resolverá por sí solo los problemas sociales.

El subsecretario del Trabajo, Mauricio Jélvez, no le cabe duda que la crisis económica constituye una oportunidad para el país. Y justamente en su área, el empleo, con tasas de desocupación en alza, como se confirmará probablemente este martes 31, cuando el INE entregue las cifras del trimestre diciembre-febrero y él mismo deba comentarlas ante la opinión pública.

Sostiene que su tarea no apunta sólo a mitigar los efectos de la debacle financiera, sino además lograr que “una vez superada la crisis hayan mejorado las condiciones de empleabilidad y la disponibilidad de capital humano, además de haberse ganado una experiencia invaluable”. Y en esa perspectiva, el economista democratacristiano de 44 años, que por años se desempeñó como investigador y director del Centro para Estudios del Desarrollo, muestra también su optimismo: “Y me atrevo a decir que Chile, por primera vez en su historia, está en tan buenas condiciones para enfrentar una crisis porque hemos aplicado políticas económicas y políticas públicas responsables que miran al largo plazo”, advierte.

Bajo ese prisma, Jélvez analiza las críticas y contrapropuestas a la forma en que el Gobierno está enfrentando la situación:

“La verdad es que cuando escucho en forma tan reiterada las demandas por flexibilidad laboral y de eliminación de la indemnización por años de servicio, me queda la sensación de que hay sectores políticos en la sociedad chilena que no se han dado por notificados respecto del cambio de paradigmas en el mundo”.

“Desde que soy subsecretario he mantenido la rutina de juntarme con dirigentes sindicales para auscultar su percepción de la realidad y he visto que, pese a lo mucho que hemos avanzado, todavía los trabajadores se sienten poco protegidos. Entonces creo que el desafío es profundizar el sistema de protección social, dar más garantías de resguardo de derechos y crear condiciones para estrechar las brechas de equidad. Pero cuando las fórmulas son flexibilidad pura y dura, y disminución de los impuestos, la pregunta que me hago es, ¿cómo lo hacemos para seguir generando condiciones para una sociedad de mayor igualdad y de protección social con fórmulas que suponen la precarización del empleo y la disminución de los impuestos?”.

-¿Hay un exceso de dogmatismo?

-Creo que hay una cierta ortodoxia añeja de quienes siguen apostando a que el mercado resolverá por sí y ante sí los problemas sociales. Diría que necesitamos más y mejor mercado, pero también necesitamos más y mejor Estado. El mundo desarrollado, en particular Europa, ha resuelto esta dicotomía con mucho pragmatismo, sin tanta ideología. Aquí a veces estas demandas se formulan desde la cota mil hacia arriba, pero cuando uno se inserta en la realidad se da cuenta que hay que seguir fortaleciendo los sistemas de protección en el mundo del trabajo, seguir resguardando derechos laborales, individuales y colectivos. Éste es un proceso que nos tomará años, lo importante es mantener la dirección firme. No puede haber una regresión a los tiempos de los años ochenta, cuando se precarizó en exceso la situación social y laboral el país.

-¿Cómo impacta en esta ideologización la irrupción de José Piñera proponiendo una nueva reforma laboral?

-Es una constatación práctica de que la derecha y la Concertación tienen visiones distintas acerca de cómo desarrollar la función pública. Esto es legítimo en un sistema democrático. Sería bueno que los chilenos entendieran, sin drama, que la derecha tiene una visión de cómo se hacen políticas públicas y la Concertación otra. Nosotros creemos que es imprescindible la función del Estado para generar una sociedad con mayor nivel de igualdad, pero además creemos que el Estado debe ser líder estratégico en los procesos de desarrollo. Ellos, en cambio, siguen apostando a las soluciones de mercado: privatización, desregulación, flexibilidad laboral, que son las fórmulas que se implementaron en Chile en la década de los ochenta y terminaron con el 40% de la población en situación de pobreza y con un desempleo de casi un tercio de la masa laboral en la crisis del ’82. Me pregunto por qué volver a fórmulas que ya han fracasado en el mundo y en Chile. Por qué no hacemos políticas públicas de una manera más pragmática, mirando la realidad para formular las respuestas necesarias sobre la base de esa realidad.

-La participación ciudadana es clave en el proceso que describe, pero hay visiones claramente contrapuestas entre empresarios y trabajadores. Unos piden flexibilidad laboral y otros llaman a movilizarse. ¿Es posible generar el diálogo social en tales condiciones?

-Creo que en Chile hay un déficit de capital social. Necesitamos elevar los niveles de participación, que los ciudadanos se sientan protagonistas de los procesos políticos, sociales y económicos del país. Pero el capital social no es sólo la disponibilidad de población organizada, también supone la construcción de confianzas. Desgraciadamente lo que se percibe es que persiste una brecha, y es necesario instalar una lógica de entendimiento distinta entre el mundo del trabajo y el mundo de la empresa. A veces los chilenos no logramos visualizar con claridad el gran potencial de la cooperación. Las lógicas de suma cero, que suponen que cuando gana el empresario pierde el trabajador y viceversa, no llevan por buen camino. Hay que instalar más diálogo, más disposición al entendimiento, y eso supone que los empresarios tengan un compromiso real con su fuerza de trabajo, en términos de estabilidad y de dar condiciones de remuneraciones, bienestar y oportunidades de formación y desarrollo. A su vez, necesitamos trabajadores con disposición de diálogo, de encuentro, de no confrontación. En eso creo que todavía tenemos tarea pendiente.

-¿A través de qué vías se puede avanzar hacia ese panorama?

-Me gustaría mucho que el Chile del bicentenario, además de las grandes obras de infraestructura, anunciáramos al país la constitución de un consejo económico social a la europea. Éstas son instancias de diálogo tripartito en las que se acuerdan materias de ley, se negocian condiciones de trabajo en determinadas áreas económicas, con acuerdo vinculantes que el Ejecutivo debe implementar. Hacia allá creo que tenemos que seguir avanzando.

-En las actuales circunstancias de crisis, ¿no existe el riego de que pase todo lo contrario, que el temor a perder el empleo signifique precarización de las condiciones de trabajo?

-Lo he conversado con dirigentes sindicales, ellos tienen un sentido de la realidad muy acentuado. Los trabajadores tienen claro que es el momento de proteger el empleo, pero también de cuidar los derechos adquiridos a lo largo de los años. La acción pública también tiene que ser coherente. Nosotros tenemos los instrumentos y las leyes que nos permiten actuar frente situaciones de transgresión de los derechos laborales. Aquí no habrá vista gorda frente a cualquier menoscabo de las condiciones laborales. Es posible que los trabajadores tengan que renunciar a algunos beneficios eventuales, pero en absoluto se puede abrir espacio para que se precaricen las condiciones laborales. Lo importante no es solamente gestionar la crisis sino que mirar cómo quedamos como país después de ella. No es posible que sea una excusa para debilitar lo que con tanto esfuerzo hemos hechos durante dos décadas: construir un sistema de protección social y dar garantía a los trabajadores. 

El ocaso de los economistas

Aunque maneja información de primera mano sobre el estado del empleo en el país -gracias al observatorio laboral, que insiste debe manejarse reservadamente, porque su objetivo es generar soluciones o no especulaciones-, Mauricio Jélvez se niega a entregar una estimación del nivel que alcanzará la tasa de desempleo en 2009.

“Nuestra tarea no es contar desempleados, es generar oportunidades de empleos para mitigar los efectos de una crisis económica que no se produjo en Chile”, alega. “Los economistas no nos caracterizamos por una gran capacidad predictiva. Si nos cuesta estimar el PIB, que es el indicador más agregado de la macroeconomía, ¿cómo vamos poder estimar el desempleo de un período determinado? Y me llama la atención porque hay economistas que viven haciendo pronósticos y los medios de comunicación les dan gran cobertura. Yo les recomiendo que, cuando éstos sean errados, lo que ocurre con frecuencia, les pidan explicaciones, porque sale gratis hacer pronósticos y no genera ninguna externalidad positiva”, explica.

-¿Cree que esta entrega reiterada de predicciones económicas tiene alguna carga ideológica o de presión sobre determinadas medidas?

-Tengo dos hipótesis: primero, que hay muchos economistas que todavía ven la economía como una ciencia dura, infalible a la hora de predecir el futuro, aún cuando la experiencia demuestra sistemáticamente que no es así. Y segundo, que hay economistas que piensan que todos los problemas sociales se resuelven sólo desde la economía. Yo creo que hay que avanzar a un concepto más evolucionado del desarrollo. Desde más de una década se ha instalado una nueva concepción: el desarrollo no es lo mismo que el crecimiento económico. Homologar el crecimiento económico al desarrollo es de un reduccionismo teórico y empírico alarmante. El desarrollo supone también instituciones democráticas fuertes, capital político, instituciones políticas. El desarrollo supone capital social, capital humano, cohesión social. El desafío que tenemos es avanzar hacia esta concepción integral. Cuando primó la visión neoclásica de la economía se instaló también este contrabando ideológico, donde desarrollo era crecimiento económico y nada más. Necesitamos comprender como sociedad que la justicia y la equidad social ayudan al crecimiento económico, y que éste ayuda a la equidad social. Estas visiones dicotómicas de que primero me preocupo del crecimiento económico y después de la equidad social no sirven, están obsoletas. En esta crisis tenemos que hacer un esfuerzo para que Chile, cuando esté expuesto a otra crisis económica -porque la economía tiene sus ciclos-, esté aún en mejores condiciones de afrontarla.

La Nación