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Michelle Bachelet: ¿Proyecto histórico o ceremonia del adiós II?

En marzo del 2000 Antonio Cortés nos sorprendía planteando el dilema de hierro de Ricardo Lagos y de la Concertación: gobernar pensando en el largo plazo o asumir que la derrota del 2005 era inevitable, por lo que correspondía concentrarse en realizaciones de ese gobierno, el último, el del adiós. Cortés Terzi escribió en contra de quienes concebían dicho período gubernamental como el último gobierno de la Concertación y se disponían para una larguísima despedida.

Ante el inesperado resultado electoral de Joaquín Lavín, la mala situación económica, el empate parlamentario y la ausencia de un candidato claro a sucederlo, Ricardo Lagos parecía condenado a concentrarse en el corto y mediano plazo. Cortés Terzi señalaba además que en la tecnopolítica gubernativa el asumir el cambio de gobierno no era algo que le quitara el sueño. Lentamente, de no romperse este estado de ánimo, cada vez más las élites de la Concertación comenzarían a buscar trabajo y futuro en el sector privado y/o acomodarse con la clase política entrante.

Ricardo Lagos optó por el proyecto histórico y trabajar por la proyección de la Concertación. Un mal resultado electoral municipal de la derecha, más un hábil superación de la crisis del Mop – Gate, gracias al acuerdo entre José Miguel Insulza y Pablo Longueira, dieron un respiro a la coalición de gobierno. Finalmente el Presidente se encontró con un inesperado aliado, una mujer que alcanzaba rápidamente altos niveles de popularidad que superaban el desgaste gubernativo. No dudó en apoyarla incluso en contra de quien había sido su jefa de campaña en la dramática segunda vuelta del 2000. La abanderada socialista de la Concertación venció y Ricardo Lagos se retiró con altísimos niveles de popularidad.

Hoy Michelle Bachelet vuelve a vivir el mismo dilema, ahora no al principio sino que al final de su mandato. La tentación es obvia. Ernesto Águila en su análisis de asuntospublicos.cl de esta quincena, demuestra que el papel de Jefa de Estado le sienta bien a la Presidenta. Hoy aparece como nuestro baluarte ante la ofensiva peruana; viaja a la India; se reúne con líderes mundiales del progresismo; preside Unasur; en fin. Frente a la crisis económica, es la mujer que con mano firme dirige el barco en medio de la tormenta. Toda la tripulación le sigue. ¿Bajará al llano y se comprometerá con el éxito electoral del quinto abanderado de la concertación?

Los problemas surgen de inmediato. Marcos Enríquez Ominami, Alejandro Navarro y Jorge Arrate desertan por la izquierda. Adolfo Zaldívar lo hace por la Derecha. José Antonio Gómez no duda en atacar a Eduardo Frei en unas agonizantes primarias regionales. Sebastián Piñera es candidato único de la oposición y gana en las encuestas. Serán veinte años de gobierno concertacionistas; la alternancia parece imponerse. No faltarán los que le dicen a la Presidenta que se reserve para cuatro años más; que su capital político no lo comprometa en una pelea demasiado riesgosa. Le recordarán que en 1999 Eduardo Frei Ruiz Tagle caía en las encuestas, lo que no impidió que Ricardo Lagos triunfara en las urnas. Por el contrario, un popular Lagos no logró impedir que Michelle Bachelet sacara menos votos, en primera vuelta, que Sebastián Piñera y Joaquín Lavín juntos. Más razón entonces en no comprometer inútilmente su popularidad tan difícilmente alcanzada. El consejo que algunos podrían sentirse tentados en darle es que se centre en cerrar bien su gobierno, consolidando su sello histórico: la primera Presidenta de la República mujer y de un gobierno garante de la protección social. ¿Para que tentar más a la diosa Fortuna?

El sello histórico y la popularidad de Michelle Bachelet a partir de dos bellos artículos de Gabriela Mistral

Cuando la recién electa Presidenta de la República conformó su gabinete, apostó por un gobierno de paridad y de rostros nuevos. De esa apuesta original, la paridad y la novedad resultaron ser objetivos incompatibles con el histórico cambio que significaba una mujer en La Moneda. Esto último es lo que evidentemente quedará en la historia de Chile.

Se me viene a la memoria un artículo publicado en 1932 por Gabriela Mistral. La poetisa se alegraba con que nos llegara el sufragio femenino, que “por fin han convencido el estólido seso masculino”. Para ella lo central era que no sólo que las mujeres no podía ser más tratadas- mal tratadas – como “criaturas desvalidas, o dulcemente taradas, con el seso a medio desarrollar”. Para el poderoso cerebro femenino que poseía Gabriela, eso era un dato obvio. Ahora lo que debían lograr las mujeres era “feminizar la democracia”, ingresar a la política sin abandonar su alegato propio, deviniendo en inútil duplicación del hombre, siguiéndolos como ovejas querenciosas.

¿Qué entendía la Mistral por esa labor de “femineidad democrática”? Pues romper con las ideas patriarcales y abrir el debate público al niño, a la vida, al mundo de las necesidades concretas del hogar y de las relaciones humanas dotadas de estabilidad doméstica. Para ello las mujeres no sólo debían votar, sino que también ser candidatas y ganar, tomando fuertemente el timón. En el Senado, las mujeres actuarían como palomas entre cóndores, haciendo realidad esta vocación de realidad.

Gabriela Mistral terminaba su artículo con voz profética afirmando que “Las mujeres completarán la empresa política, en la cual falta más economía, mucha economía, acaso solo economía, porque nosotras partimos y llegamos de la tierra a la mesa, de lo tangible a lo factible, sin embriagarnos en teorías ni perdernos en dédalos de discusión ideológica. Por eso algún día Chile elegirá una mujer para la Presidencia de la República”.

Notablemente nuestra Premio Nóbel no sólo se anticipaba a la realidad del año 2005, sino que además justificaba lo que pretende ser el segundo sello del gobierno bacheletista: la protección social. La feminización de la política consiste en acercarla al cuidado del ser humano, de sus relaciones, de sus necesidades, enfermedades y miedos. Eso ha representado muy bien la Presidenta Bachelet que no por casualidad es además médico cirujano y pediatra.

El artículo que comento, firmado en 1932, tiene que ser complementado con otro, uno de 1938 llamado “El hombre de timón”. En él Gabriela se alegraba del triunfo de Don Pedro Aguirre Cerda, a quien presenta muy femeninamente como “educador y hombre de casa”. La Mistral pregunta por qué el pueblo de Chile había votado por él. Se respondía que lo había hecho porque se lo ha figurado como capitán de barco y hombre de mar, dotado de una buena carta de navegación, amando el equipaje que se le ha confiado, sabe que el barco, que es Chile, tiene poco espacio y pocos recursos. Como capitán experto sabe que “En el barco no navegan gente desnuda ni hambrientos al lado de la oficialidad bien comida, y en eso el navío vale mucho más que una ciudad. Pero tampoco viajan allí brazos holgazanes”.

Chile vivía en 1938 tiempos de tempestades. Nazismo, fascismo y comunismo se enfrentaban en las calles. Para Gabriela “El Presidente Aguirre se ha ganado el timón por su historia de buen marino y porque en esta hora del mundo los chilenos hemos querido una garantía contra los temporales sueltos que se llaman fascismo y comunismo. Queremos antes que una travesía famosa un viaje sin tragedia y un brazo en el que podamos ir todos, sin que la mitad del equipaje pida que se eche al mar la otra mitad”.

Bellas imágenes que creo explican bien la actual popularidad de la Presidenta Michelle Bachelet. No es ella mujer experta en las tempestades de la política, pero dirige una coalición de gobierno que ha dado estabilidad democrática, paz social y crecimiento económico a Chile. Sobre todo ella expresa con claridad el anhelo de unidad nacional. Hija de un general víctima de la dictadura, no ha dudado en reconciliarse con sus otrora enemigos jurados. Además, al igual que el profesor Radical ella, en medio de la tempestad de la crisis económica, juega ese papel de Jefa de Estado, de doctora sensible ante el dolor humano y que ofrece serena protección.

El sello histórico y la elección presidencial del 2009

Bien se podría sostener que la Presidenta Bachelet tiene asegurado un lugar en la historia nacional. La primera mujer Presidenta de Chile y la que sentó las bases de la protección social. Si logra superar los efectos políticos de la crisis económica, podrá terminar querida por el pueblo y bien evaluada por la historia.

Sin embargo, anotemos que la popularidad presidencial puede ser flor de un día. Tomás de Aquino señalaba que “dañaría a los reyes el hecho de padecer ellos tantos trabajos y desvelos por una recompensa tan efímera. Pues en los asuntos humanos nada parece haber tan efímero como la gloria y el honor del pavor de los hombres, ya que dependen de sus opiniones y palabras, que es lo más cambiante en la vida humana y por lo cual el profeta Isaías denomina flor de heno a este tipo de gloria; además la ambición de gloria humana está reñida con la grandeza de ánimo. Quien busca agradar a los hombres ha de plegarse necesariamente, en cuanto habla o hace, a lo que ellos quieran, y, al intentar complacer a todos, se hace esclavo de cada uno de ellos (…) nada es tan indispensable para el príncipe que se dispone a realizar grandes empresas como la grandeza de ánimo”. La fama no es más que la buena opinión que tienen los hombres sobre los hombres, es decir, nada. La Presidenta Bachelet debe recordar hoy lo que decían de ella ayer, cuando su popularidad caía pesadamente. ¡¡Flor de heno!!

Lo que se le pide a un líder es grandeza de ánimo, magnanimidad, capacidad de grandes sacrificios y elevadas empresas. Pedro Aguirre Cerda fue el hombre del timón que superó la crisis política y social de los años veinte y treinta pues se atrevió a apostar en grande, no conformándose con “capear el temporal”. Arturo Alessandri Palma impuso una nueva constitución política el año 1925 y asentó en 1932 una nueva etapa republicana; pero fue Pedro Aguirre Cerda quien nos entregó un nuevo modelo de desarrollo a partir de 1939 y que dio renovado impulso a Chile hasta la crisis de 1973. Para muchos, lo que se pide a la clase política de hoy es entrar de lleno a una nueva etapa histórica, con una nueva Constitución política y con una nueva fase en nuestra estrategia de desarrollo nacional. ¿Michelle Bachelet abrirá esa puerta o no logrará evitar su clausura?

Lo que los chilenos amantes de la igualdad esperan es que el primer gobierno de una mujer no termine mal, en un final que hipoteque futuros liderazgos renovados y renovadores. No le sentará bien a la Presidenta Bachelet una escena final entregándole la banda presidencial de O´Higgins a un Jovino Novoa, quizás reconfirmado presidente del Senado, quién se la ciñe a Sebastián Piñera. ¿El sello histórico de la primera mujer en La Moneda y del asentamiento de las bases de un Estado social y democrático de derecho se garantizará con tal ceremonial del adiós? Creemos que no. Es deber de todo gobernante el preparar y proponer al pueblo un digno sucesor que dé continuidad a la obra histórica, que dé tiempo a la semilla para que germine; que permita madurar sus frutos y que dé espacio para que se desarrolle un país que no se gobierna a bandazos ni crece a apretones. Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos así lo entendieron y lograron proyectarse limpia y democráticamente en la tarea sucesoria. Es el desafío final de Michelle Bachelet, y no sólo enfrentar resueltamente la crisis económica que está reventando en nuestras costas. Ella lo ha dicho una vez más delante de los líderes progresistas del mundo: “No da lo mismo quien gobierne Chile”. Por tanto, no da lo mismo quien triunfe a fines de año; partiendo por el sello histórico de la primera presidencia femenina de Chile.

(*) Sergio Micco, Abogado, Magíster en Ciencia Política en la P. Universidad Católica de Chile y Doctor en Filosofía de la Universidad de Chile. Líder del Área Políticas Públicas y Participación Ciudadana del CED