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¿Crisis Energética?

Para Jorge Rodríguez Grossi, Decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Alberto Hurtado, quien fue el expositor en el último encuentro de la Comisión de Sustentabilidad Ambiental y Social del CED, esta es la pregunta clave para evaluar en su justa dimensión la manera cómo se afectan e interconectan los elementos de la tríada energía, crecimiento y medio ambiente en las actuales condiciones del país.

El experto nos adelantó su respuesta. Su mirada es optimista en relación con el abastecimiento interno futuro por lo que, de crisis, no reconoce más que la forma cómo se plantea la discusión. Por ello, su llamado está más orientado al mundo político: no confundir el cambio de temas y prioridades en la agenda nacional con un problema inexistente en la disponibilidad de energía.

En primer lugar contextualizó y explicó la relación entre energía y crecimiento. Rodríguez destacó la directa correlación existente entre PIB y consumo eléctrico, como también, aquélla entre PIB y pobreza. Se trata de correlaciones sobre 90% lo que lleva a que el consumo eléctrico y la pobreza también se correlacionen muy estrechamente. Es así como no solo la necesidad de crecer el producto para terminar con la pobreza lleva a consumir más electricidad y energía, sino que la propia eliminación de la pobreza induce a las familias a mayor consumo de electricidad por elevación de sus niveles de vida.

Luego ilustró sobre la correspondencia entre energía y medio ambiente, al señalarnos que si bien la generación de energía produce emisiones, ellas son solo una fracción del total que proviene de muchas actividades y de diferentes fuentes. La producción eléctrica tiene una responsabilidad, pero otras fuentes como el uso de leña y el petróleo (utilizadas básicamente en tareas domésticas, en el sector productivo pequeño y mediano y en el transporte) sumadas son mayoritarias y muy poco se dice de ellas ni se las restringe.

Efectivamente, pese a la evidencia, la preocupación solo se centra en la producción de electricidad, llevando incluso a judicializar resoluciones; movilizando a la comunidad para paralizar inversiones; retrasando los permisos ambientales; amenazando proyectos como HidroAysén, entre otros. Rodríguez fue claro al señalar que la explicación está en que al ser los primeros elementos (petróleo o leña) de consumo mayoritario en las familias o en gremios poderosos como el de los camiones, y, por el contrario, al asociarse los mayores requerimientos de electricidad a la gran industria (como la minería), no parece haber disposición por parte de la comunidad para tolerar los costos ambientales mitigados de estos proyectos, pero, paradójicamente, tampoco existe una decisión para responsabilizarse de los costos auto producidos por las acciones cotidianas o del transporte.

Más allá de esta situación, el modelo eléctrico chileno es exitoso. El académico lo graficó a través de la capacidad de respuesta que tuvo el país frente a la crisis del gas (producida por el corte del suministro desde Argentina), cuando Gobierno y Oposición, en un ambiente de cooperación, aprobaron la Ley Corta II que permitió mantener la producción eléctrica, disparando la inversión y llevando al país a una situación “holgada” de producción eléctrica. La instalación de nuevas centrales eficientes a carbón favoreció la producción y también al consumidor (a producción más eficiente, menores costos marginales; sin desconocer que ahora la sequía mantiene muy altos estos costos).

Dentro del mismo análisis de correspondencia entre energía y medio ambiente, el académico centró su atención en la discusión asociada a proyectos puntuales, como es el caso de HidroAysén. Jorge Rodríguez señaló que Chile podría prescindir de este proyecto y de los recursos hídricos de la zona austral para la generación de electricidad, teniendo de todas formas asegurado el suministro hasta alrededor del año 2020. Sin embargo, ello sería una mala alternativa. Dado que la demanda se multiplicará varias veces al 2040, entonces la pregunta es otra ¿con qué plantas llenamos la brecha de capacidad eléctrica en la matriz de nuestro país cuando habrá que incorporar entre 20 y 35.000 MW a partir de lo que hay ahora? El experto hizo hincapié en la situación mundial, donde 40% de la generación es aportada por el carbón. En los países desarrollados se usan tecnologías que se traducen en una baja emisión de gases. En Chile el agua y el carbón deberán estar presentes sí o sí en la matriz y en proporciones altas.

Entonces, el llamado de Jorge Rodríguez es a hablar del tema con seriedad y en profundidad, libre de prejuicios y rótulos provenientes de diversas actividades y de diferentes ámbitos del quehacer nacional.

Claves para enfrentar la discusión

¿Cuál es el real conflicto? Si Chile contribuye con el 0.02% de las emisiones de gases de efecto invernadero, la situación podría enfrentarse de la siguiente forma: El que contamina paga, permitiendo cierta holgura para discutir sobre:

  1. el carbón, que como lo demuestra la experiencia mundial, es indispensable en la generación eléctrica;
  2. mecanismos y alternativas de tecnologías no convencionales, más amistosas y económicas;
  3. el calentamiento global, sus reales consecuencias y los efectos y amenazas sobre nuestras exportaciones;
  4. las alternativas disponibles para contribuir al control de la emisión, pero de acuerdo a la etapa de desarrollo del país y sin auto imposición de exigencias que, a la larga, no cambiarán la situación nacional, mucho menos la mundial y, a la postre, pueden traducirse en obstrucción al progreso;
  5. un plan coherente y económicamente racional, es decir, que responda a las exigencias ambientales pero dando cuenta de nuestro grado de avance económico. Que incorpore, además, a todos los factores y sectores contaminantes y no solo al eléctrico que está más que normado y vigilado desde el punto de vista ambiental.

Con estos elementos e información a la vista se hace indispensable lograr consistencia, explicar a la ciudadanía cómo se relacionan las decisiones tomadas en esta materia con su vida diaria y entonces, se estará en condiciones de exigir ciertos compromisos, como por ejemplo, ¿cuánto estamos dispuestos a pagar por el cuidado del medio ambiente?

Finalmente, regresamos a la pregunta inicial ¿Cuál es la real crisis, la energética o la política? A juicio de Rodríguez Grossi, es evidente que la política. Ello debido a que se ha perdido la Agenda de Crecimiento con Equidad, la lucha contra la pobreza y la importancia de posibilitar el crecimiento con energía. No hay discusión estratégica sobre el desarrollo futuro sino reacciones puntuales y disgregadas a cuestiones puntuales. Lo de HidroAysén es un ejemplo.

Es fundamental reposicionar la agenda por el crecimiento y el combate a la pobreza de manera transversal, ya que como se manifestó durante la exposición, es básico un plan de acción orientado al fomento productivo y éste orientado a alcanzar la meta de la superación de la pobreza. Todo ello requiere y requerirá energía. Como se constata, el tema es ineludible.