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Alberto Mayol en el CED: El 2011 fue expresión del deseo de ser incluidos dentro del modelo

Como parte del programa de actividades del Diálogo Público Privado del CED, que busca reflexionar sobre temas de coyuntura que son claves para el desarrollo del país, Alberto Mayol sociólogo, cientista político, académico e investigador de la Universidad de Chile, expuso su visión y los contenidos analizados en su libro “El derrumbe del modelo”.

Inició su intervención explicando cuál fue el proceso investigativo de los contenidos abordados, los que buscaban explicar “qué pasó el 2011”.

Mayol señaló que en Chile han existido dos sistemas de valores que han sido los que han dado soporte tanto a la Derecha como a la Izquierda. Ellos son el orden y la justicia.  Ambos se han mantenido en un equilibrio inestable y resuelto sus tensiones mediante un pacto en el que unos prometen no violentar ni humillar a los otros, mientras éstos, a cambio, se comprometen a no impugnar este orden.

Para el autor, este fue el sistema que entró en crisis el 2011. Estas dos energías contrapuestas se anularon, ya que los elementos de mitigación de las desigualdades e injusticias fueron insuficientes. Ello, pues el modelo económico, que ha ido transformando también el cultural, fue objeto de críticas abiertas que evidenciaban el malestar de la sociedad. Ello hizo que -en el ámbito relacional- la sensación de felicidad (entendida como un bien de consumo más que como un fin de la sociedad)  cayera. Se llegó así a un escenario en el que más de 10 fenómenos sociales -entre ellos las movilizaciones de Aysén y de los estudiantes- fueron expresión del descontento y pérdida del “combustible” legitimador, haciendo evidentes la  desigualdad y malestar en  ámbitos tan relevantes como el educacional.

Así, el movimiento estudiantil impugnó al modelo económico, aún más cuando se hizo evidente la contraposición de visiones entre el Presidente de la República, que manifestó su concepción de la Educación como un bien de consumo, y los estudiantes para quienes ella es un bien público. Se acreditó que desde el Estado se establecía una categoría que hasta entonces no existía: tipos de bienes diferentes, transformándose en privados bienes que en su naturaleza se definían como públicos.

El movimiento entonces enarboló sus críticas y demandas, las que apuntaban primero a los bienes; a  poner término al lucro y a lograr educación gratuita. Esto fue una crítica brutal a un principio económico esencial del Chile actual. Se mostró al lucro como sinónimo de abuso, de concentración de poder y como origen de desigualdades. Así, estos movimientos sociales vinieron a verbalizar una sensación, la del “sangramiento” de mundo del trabajo, que quedaba fuera del lugar de consumo, del “disfrute”.

Para los actores de estos movimientos, el modelo económico es por definición nefasto y en contrapartida, el gobierno fue incapaz de entender la noción de legitimidad. Para él, el modelo se suponía aceptado por todos; pero las personas aspiran a estar incluidas dentro de los beneficiados y este fue el punto central del cuestionamiento ¿Cómo se accede a salud, educación, espectáculos, etc. de alto costo desde un mundo del trabajo con posibilidades reales limitadas e, incluso, muchas veces vedado?

Con todo esto, se abrió también el cuestionamiento hacia el sistema político. El movimiento del 2011 tuvo un 89% de aprobación y movilizó a más un millón doscientas mil personas en todo el país. Se hizo evidente que el gobierno carecía de poder y legitimidad.

El proceso desencadenó que el gobierno levantara la discusión presidencial para diluir la atención y, pese a ser un juego astuto, le significó más críticas, pues se entró a cuestionar el rol de los ministros y a solicitar la salida de los presidenciables.

Entre octubre del 2011 y marzo del 2012, hubo un nuevo foco de atención, el debate tributario y se entró en una escala de impugnaciones: se cuestionó el trato a las nanas, el tema regional, los derechos de las diferentes opciones sexuales, se rebatió duramente el rol y legitimidad de parlamentarios. De esta manera, se entró en esta lógica de la impugnación y en seis meses se alteró la opinión sobre todas las materias que, hasta ahí, formaban parte del sentido común.

Para Mayol, un proceso de impugnación como éste, entonces, surge de un exceso de malestar -explicita el “dolor”- y, en la medida que arrecia, es una oportunidad propicia para la transformación.

En síntesis: El modelo económico y político de concentración de poder se evidenció como favorable para “unos pocos”.

¿Cuál fue el impacto social del proceso vivido el 2011, tendrá éste significación para una transformación futura? Los cambios culturales invierten el orden existente manteniendo ciertos elementos. Ello hoy se expresa en el deseo de la sociedad de disponer de objetos sin lucro, sin abuso ni usura. Según Mayol, es este juego el que podría llevar a una impugnación radical del orden chileno actual.