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Investigadores y pasantes CED reflexionan sobre el mercado y sus límites

Lo que el Dinero No Puede Comprar es el título del último libro publicado por el profesor de Harvard Michael Sandel.
Esta obra fue presentada y comentada por el Presidente del CED, Eduardo Saffirio, en un taller cuyo propósito fue -siempre en el marco formador de esta institución- reflexionar sobre obras que puedan enriquecer el debate público, y principalmente, contribuir al potenciamiento de los conocimientos y capacidades de análisis crítico de los jóvenes practicantes y pasantes del CED.
Ante más de veinte estudiantes de último año de carreras de Economía, Ciencia Política, Sociología y Filosofía y Humanidades, Eduardo Saffirio comenzó su exposición contextualizando el debate intelectual del que surge este texto, para luego analizar los elementos claves del libro.

Señaló que en esta obra Michael Sandel se aboca a una de las cuatro tareas pendientes para promover una política del bien común, enunciados en un libro anterior -Justicia-: Poner límites morales a los mercados.

A juicio de Saffirio, la importancia de esta obra radica tanto en el tema y desarrollo que de él hace el autor, como en el eventual impacto que ésta seguramente alcanzará. En efecto, dado el carácter de “intelectual público” y la fama del profesor Sandel, el libro seguramente será leído por decisores públicos en todo el mundo.

En su capítulo primero, la obra desarrolla un listado de áreas y temas que son un muestrario del impresionante avance en la mercantilización de la vida social. Algunos de estos son:
– La adquisición de la maternidad, vía el alquiler de vientres de mujeres pobres del mundo subdesarrollado.
– La posibilidad que los reos mejoren sus condiciones carcelarias, pagando US$90 diarios por el uso de celdas privilegiadas.
– La adquisición monetaria de la ciudadanía.
– El empleo de ejércitos mercenarios.
– La compra de bebés y de niños.
– El pago a drogadictos para que se esterilicen.
– La compra de accesos preferentes a los legisladores, por grupos de presión que realizan tareas de cabildeo.
– La adquisición de la prioridad a la atención de salud, incluso por sobre la necesidad de atención de urgencia a enfermos graves.
– La reventa de entradas -proporcionada gratuitamente a presuntos fieles y devotos- para escuchar a autoridades espirituales.
– El arriendo del cuerpo humano como objeto de experimentación médica y como espacio publicitario.
– La compra de carísimos palcos de lujo para asistir a espectáculos deportivos, otrora expresión en el espacio público de cohesión social y orgullo cívico igualitario.
– La compraventa de riñones, de plasma y de sangre humana.
– El pago a los niños para que lean libros.
– El pago por vías urbanas exclusivas para viajar en automóvil sin acompañantes.
– La adquisición de discursos de testigos de matrimonio.
– La compra de lugares en la fila para chequearse en aeropuertos y para acceder a parques “públicos”.
– La compra de saludos de cumpleaños.
Con lo anterior, Sandel visibiliza cómo la sociedad y las personas han sido objeto del triunfalismo del mercado, aceptando la idea de que éste “resuelve todos los problemas”. Lo preocupante de esta situación es que la mercantilización de la vida social hace que el mercado se introduzca en funciones de las que tradicionalmente no participaba.

Frente a lo anterior, Sandel devela dos problemas substanciales:
El primero, es que el mercado no es un instrumento neutro, es decir, provoca efectos en la sociedad y, con ello, aumenta el poder del dinero, profundizando la desigualdad y haciendo imposible la cohesión cívica mínima.
El segundo, es que esta primacía del dinero y el avance de la mercantilización de la sociedad, lleva a que determinados bienes humanos se corrompan, pues los mercados no sólo distribuyen bienes sino que también dejan su marca. Por ello, los valores mercantiles desplazan a otros que merecen ser protegidos.
Finalmente, Sandel sostiene que ello debería discutirse públicamente y no imponerse. La sociedad debe determinar cuáles son sus fines, prevaleciendo en ella la noción de que no todo es bien de consumo, de lo contrario, la falsa valoración de ciertos bienes lleva a su degradación.

Sandel es claro al señalar que una de las características del mercado puede ser su poder corruptor. Por ello es necesario poner límites morales (y políticos) al mercado, los que deben surgir de un debate político y no económico.

Si éste no se produce, el resultado es el tránsito de una economía de mercado hacia a una sociedad de mercado.
Michael Sandel sostiene que establecer estos límites no será tarea fácil. Las razones son el que pese a que la crisis del año 2008 mostró la peor cara del mercado bajo el capitalismo financiero -y cuyos efectos aún están crudamente presentes en muchas sociedades-, todavía persiste el poder y el prestigio del mercado y del pensamiento mercantil. Dicho pensamiento, además, vacía la vida pública de argumentos morales, ya que su lógica es la del subjetivismo: los mercados no cuestionan ni reprueban nada, no discriminan entre las preferencias individuales.

En síntesis, el libro expuesto reconoce el valor del mercado en el logro de niveles de bienestar para las personas, pero rechaza que el dinero sea el agente que determine unilateralmente las reglas sociales. Lo anterior es aún más reprochable cuando, como lo sostiene el autor, ello sucede sin debate público y democrático sobre los límites morales a los mercados.