Manuel Antonio Garretón en el CED: “Cómo hacer de Chile un país, más que una suma de demandas sectoriales”
Agosto 5, 2013
Tocopilla y el desarrollo territorial equitativo
Agosto 9, 2013

Mauricio Ilabaca en el CED: Los costos de descontaminar son superados con creces por los beneficios

Un estudio reciente determinó cuáles son las ciudades más contaminadas de Chile. Los resultados difundidos a la comunidad por los medios de comunicación sorprendieron a muchos pero, para otros, era una situación evidente que sólo aguardaba ser revelada. Las ciudades más contaminadas son: Osorno, Temuco, Rancagua, Concepción, Valdivia y Santiago.

Pese a que en todos estos lugares se superan los límites de material particulado fino considerado el más nocivo para la salud (PM 2,5), ninguno de ellos (a excepción de Santiago) contaba con un plan de descontaminación. Esta realidad acaparó mayor atención cuando se publicó en los medios que “Temuco estaría tan contaminado como Beijing”, según el estudio.

Ante este preocupante escenario, Mauricio Ilabaca, Maestro en Ciencias en Salud Ambiental y especialista en Epidemiología de la Contaminación del Aire, fue invitado a exponer a la Comisión se Sustentabilidad Ambiental y Social del CED sobre “Emergencias por Contaminación Atmosférica en Temuco y Padre Las Casas: ¿Otra Expresión del Centralismo?”.

El especialista comenzó su intervención presentando las lecciones recogidas de la experiencia vivida en Santiago. Ilabaca señaló que pese a no ser la ciudad más contaminada, acaparaba la atención de los medios de comunicación de manera permanente y las autoridades de turno eran blanco de duras críticas ante cualquier episodio de contaminación que se presentase.

Es así como los problemas de contaminación del aire en la ciudad de Santiago contaron siempre con altos niveles de visibilidad y preocupación en la comunidad; ellos se presentaban asociados a enfermedades respiratorias y a efectos sobre la salud de los niños; el tema era recogido fuertemente por los medios de comunicación; a ellos se sumaban organizaciones sociales (como grupos ecologistas, el Colegio Médico, la Bancada Verde, etc.). Por lo anterior, la contaminación del aire en Santiago fue prioridad política, lo que a su vez redundó en que los planes de descontaminación para esta ciudad siempre tuvieran financiamiento.

Sin embargo, en regiones la situación -hasta comienzos del presente año- se presentaba y enfrentaba de manera muy diferente.

Particularmente para el caso de Temuco, ya desde el año 1997 un estudio de toxicología ambiental (Lionel Gil y col, 1997) arrojó como resultado que los niveles de material particulado de menos de 10 micras de diámetro (partículas respirables) en exteriores eran 2,5 veces superiores a la norma de calidad, lo que en Santiago obligaba a decretar Emergencia Ambiental. Sin embargo, esta dramática situación no era afrontada con medida alguna.

El año 2006, el estudio epidemiológico de Pedro Sanhueza y col, demostraba cómo la población de Temuco y Padre Las Casas se enfrentaba a un 23,6% de mayor riesgo de muertes por problemas respiratorios y a un 17,6% de mayor riesgo de muerte por enfermedades cardiovasculares en personas mayores de 65 años, todo ello producto de la contaminación del aire.

De esta forma, a fines de mayo del 2010 el Presidente Piñera anunciaba las primeras medidas para abordar el problema. Como la principal fuente de contaminación tiene su origen en biomasa mal quemada y de malas condiciones, se comprometió al recambio de todas las estufas y cocinas a leña por artefactos que contasen con doble cámara. Esta tarea implicaba aportar 80 mil nuevos artefactos, los que -a la fecha- quedaron reducidos a sólo mil quinientos a dos mil renovados durante el presente año, por lo que a esta tasa la meta se lograría, en el mejor de los casos, en los próximos 40 años.

Del mismo modo a través del D.S. N° 78/2010, de Minsegpres, se estableció el Plan de descontaminación atmosférica de Temuco y Padre las Casas. Este plan se enfocó a: mejorar la calidad del combustible (leña con humedad inferior al 25%); mejorar la tecnología de los artefactos a leña; mejorar el aislamiento térmico de las viviendas; educar y sensibilizar a la comunidad; y a estructurar un sistema de compensaciones. Sin embargo, lo planificado adolece de un defecto: no incorporó medidas de contingencia.

Así se llegó al año 2013, en que en febrero un estudio de la Universidad Católica de Temuco destacaba que la ciudad se encontraba tan contaminada por material particulado fino (PM2,5) como la ciudad de Beijing.

Y al llegar el invierno, presionadas las autoridades por episodios de contaminación del aire que alcanzaron el nivel de emergencia ambiental, el Ministerio de Salud decretó Alerta Sanitaria ordenando apagar las estufas domiciliarias de 40 mil hogares; sin considerar tampoco los problemas sociales (derivados de los altos niveles de pobreza de esta región) ni antropológicos y culturales (prácticas y costumbres de vida muy arraigadas en la comunidad). Ello, unido a los problemas de financiamiento del plan, han dificultado el éxito de sus medidas.

Mauricio Ilabaca sostuvo que la evaluación económica del plan de descontaminación corrobora (en todos sus estudios) que el beneficio total neto de aplicar estas medidas supera los 60 millones de dólares. Es decir: los beneficios (US$ 60 millones) superan los costos (US$ 30 millones); el beneficio social neto alcanza los sesenta millones de dólares y que estos beneficios se expresan principalmente en la salud de las personas, registrándose una disminución de la morbilidad y mortalidad de la población asociadas a la contaminación del aire.

Finalmente Mauricio Ilabaca presentó a los asistentes la opinión de expertos de la zona afectada:
-El Plan de Descontaminación del Aire de Temuco no sirve porque no cuenta con financiamiento;
– faltan medidas de contingencia: cuarenta mil hogares son obligados a apagar sus estufas en períodos críticos, versus los ochenta mil que utilizan este combustible. ¿Cuál riesgo es peor: exponerse a la contaminación o al frío? Pese a que la medida dio resultados positivos, la gente sólo cambió los horarios de consumo;
– se culpa permanentemente al gobierno anterior de este problema. Sin embrago, no se explica por qué la actual administración no financió las medidas a las que se había comprometido. De continuar a un ritmo de recambio de 2 mil estufas por año, se necesitarán 40 años para cumplir con esta meta del plan;
– por otra parte, muchas personas que invirtieron en leña certificada hoy -al ver restringido su uso- sienten que las medidas de emergencia van en su desmedro económico;
-las inmobiliarias, otro pilar básico en este plan de descontaminación, se han dedicado a ejecutar el mínimo requerido, sólo lo que exige el estándar en materia de aislación.
– en cuanto a la fiscalización, la leña sigue estando en tierra de nadie (no es reconocida aún como un combustible objeto de fiscalización por la SEC).

“La gente tiene claro cuáles son los efectos del uso de la leña, pero también que no tiene otra alternativa de combustible viable”.