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El modelo requiere reformas y ajustes pero no fracasó

El mes de julio Eugenio Guzmán, decano de la Facultad de Gobierno de la Universidad del Desarrollo y el periodista y editor adjunto del diario La Segunda Sábado, Marcel Oppliger, compartieron con el grupo estable del programa Diálogo Público Privado del CED, reflexiones sobre el libro de su coautoría, “El malestar de Chile ¿Teoría o diagnóstico?”.

Para Opligger, se ha confundido la idea de malestar con el fracaso de dos modelos: el político, sosteniendo que la actual democracia no tiene representatividad, ni se hace cargo de las demandas sociales; y el económico, aduciendo que el mercado ha perpetuado la concentración de la riqueza, constituyéndose en la base de la injusticia y desigualdad.

El periodista contrasta esta visión con argumentos tomados de la realidad del Chile de hoy: país en crecimiento alto y que -aunque desencantado con la política y la economía- tiene crecientes niveles de consumo, potentes expectativas de progreso y que ha reducido la pobreza y desigualdad. Es por ello que Oppliger postula que este concepto de malestar, más que un diagnóstico sobre lo que está pasando, sería un ejemplo maestro de la construcción de discurso.

De esta forma, dice, no es sostenible la idea de modelos políticos y económicos fracasados y postula que el único argumento para plantear esto, han sido los movimientos sociales del año 2011. Pero esto también lo cuestiona. ¿Las movilizaciones que se han producido, pueden ser, sin más, calificadas de sociales? Para Oppliger, no pertenecen a esta categoría, porque más bien han respondido a intereses particulares, ya que la gran mayoría de ellos fueron estudiantiles, con el anhelo de reivindicar demandas específicas.

Marcel Opplinger concluyó que “cuesta ver el fracaso de los dos modelos. Los derrumbes no sólo se argumentan, hay que verlos”.
Por su parte Eugenio Guzmán, profundizó en la idea de que la tesis del derrumbe se hizo pasar por un diagnóstico, respondiendo a una visión más bien ideologizada.

Fue enfático al señalar que si bien en el país se puede apreciar malestar, esto se encuentra lejos de una crisis del modelo, pues Chile goza de una solidez institucional de altos estándares, capaz de soportar movimientos sociales que, lo que hacen, es demostrar que las democracias no son “tazas de leche”, sino que en ellas se expresan la diversidad y el malestar.

Para el sociólogo la idea de derrumbe o crisis profunda se debe, en parte, al impacto de la información y la cobertura mediática que mostró a estas movilizaciones estudiantiles como un punto de quiebre, más aún si se considera que ellas se iniciaron en momentos en los que el gobierno se veía fuertemente debilitado. Pese a ello, las instituciones respondieron. El problema surge cuando las personas, ante el temor que la situación de conflicto provoca, toman decisiones apresuradas y hacen análisis rápidos.

Eugenio Guzmán sostuvo que los resultados de su trabajo no los llevan a creer que no haya malestar, pero sí a realizar una interpretación más cuidadosa del fenómeno: La sociedad chilena tiene altos niveles de desconfianza (cuyo origen se puede encontrar desde la constitución de los hogares, en los que 6 de cada 10 niños se desarrollan en un ambiente carente de figura paterna, situación que reproduce esta desconfianza; unido a otros procesos nuevos como el uso de blogs o twitter que permiten la crítica sin asumir compromisos), acompañados de bajísimos niveles de compromiso cívico y de participación. Para él -como se señaló- ésta es una situación estructural, que no se inició con las movilizaciones del año pasado.

A todo lo anterior, indicó, deben sumarse una serie de señales erróneas que entregan un sistema político débil y partidos deslegitimados, pese a ser a estas mismas instituciones hacia las que se dirigen los reclamos y la interpelación por soluciones.
Para Eugenio Guzmán el tema central es “cuidado con las reflexiones que hacemos respecto a hechos que están encima, lo que nos impide tener perspectiva temporal adecuada.”

La discusión final e intercambio de visiones con los asistentes fue intensa y, pese a las grandes diferencias manifestadas, se llevó a cabo un serio y respetuoso debate, indispensable para realizar diagnósticos acertados y encontrar soluciones viables al malestar presente en sectores de la sociedad chilena.